Nací en 1956, dos días después de que Elvis Presley grabara la canción “Heartbreak Hotel” (Hotel de Corazones Rotos) en Nashville. Para el tiempo cuando yo llegaba a la adolescencia, los Estados Unidos habían experimentado una gigantesca revolución cultural. Dicha revolución afectó la moda, los peinados y la música que escuchábamos. Pero quizás el aspecto más significativo de esta revolución cultural fue el impacto que tuvo sobre cómo considerábamos el sexo y la moralidad.
Los adolescentes en los sesentas sabían con seguridad qué estaba bien y qué estaba mal: Si sus padres estaban de acuerdo con aquello, entonces estaba mal. Mi generación vio la vida de una forma diferente. Creíamos que sabíamos más que nuestros padres acerca de la vida.
El pecado sexual no fue algo nuevo de los sesenta. La gente ha pecado con sus cuerpos desde el principio de los tiempos. Lo novedoso fue que ya no lo denominamos pecado. De repente ya no había tabúes y la idea de que el sexo antes o fuera del matrimonio no era lo correcto, empezó a evaporarse. Tener sexo en cualquier momento era maravilloso y natural. Si no puedes estar con el que amas, ama al que está contigo.
Han pasado varias décadas desde la revolución sexual. Ahora vivimos en una cultura en la que se celebra el pecado sexual y es totalmente normal. Se le hace ver atractivo y glamoroso. La tentación de los pecados sexuales es más intensa y constante que nunca. Está más disponible que nunca. A tu alrededor incluso encontrarás personas cristianas que menosprecian el diseño de Dios para la pureza sexual.
La cultura nos dice que debemos ser liberales y libres en cuanto a la sexualidad; que aquellos que siguen los patrones bíblicos son estrictos y represivos. Podrás pensar: “Yo no quiero ser represivo. ¿Por qué debo obedecer a Dios en esta área?”.
La razón es esta: Porque Dios, quien te creó, ha diseñado el sexo como un buen regalo y una bendición, si lo disfrutas de acuerdo con Su propósito.
Si extraes el sexo de su diseño original, le harás daño a tu alma. Te degradará. Te devaluará. Te lastimará. Te robará tu identidad.
Desnudos y sin vergüenza alguna
En el primer artículo de esta serie, traté la historia de la creación en Génesis, y lo que nos dice sobre el propósito de Dios para el matrimonio y la sexualidad. Génesis 2 termina con la gloriosa declaración que el esposo y la esposa se unieron y se hicieron una sola carne. Luego dice: “el hombre y la mujer estaban desnudos, pero ninguno de los dos sentía vergüenza”. El hombre y la mujer eran transparentes entre ellos y con Dio. Se sentían seguros y protegidos. Nada estaba dañado …aún. Pero mira lo que sucedió en Génesis 3:27 cuando el hombre y la mujer sucumbieron a la tentación de la serpiente y declararon su independencia de Dios: “En ese momento se les abrieron los ojos y tomaron conciencia de su desnudez. Por eso, para cubrirse entretejieron hojas de higuera”.
Lo que Dios unió –la cumbre de Su trabajo al unir al hombre y a la mujer en matrimonio haciéndolos una sola carne- ahora empieza a desbaratarse. De repente hay vergüenza, y la vergüenza está directamente relacionada con su sexualidad y su unión marital.
Es importante para nosotros reconocer que el primer punto de ataque por parte de nuestro enemigo fue el matrimonio de Adán y Eva. Los dividió y la primera cosa de la que ellos se dieron cuenta después de su rebelión fue que lo que Dios había hecho perfecto, ahora se había dañado.
Usualmente denominamos a esta historia como “la caída”. Creo que el término es demasiado pasivo. Adán y Eva hicieron algo más que caer. Se rebelaron. Cometieron una traición divina. Declararon su independencia y rechazaron a su Creador.
Y aquí está lo que necesitamos entender: Esta rebelión continúa teniendo impacto sobre toda la creación. Ha dejado a todo ser humano con daño, y ese daño ha afectado todos los aspectos de la creación, incluyendo nuestra sexualidad.
Aquí va el resultado: Debido a la rebelión contra Dios, todos tenemos deseos sexuales desordenados e impíos.
Todos en el mismo bote
Antes de que el pecado entrara en el mundo, no había lujuria. Adán nunca tuvo concupiscencia. No había adulterio, fornicación, pornografía u homosexualismo. Pero cuando el pecado entró al mundo, el sexo fue dañado.
Tu deseo sexual desordenado puede ser diferente al mío, pero todos estamos en el mismo bote. El quebrantamiento sexual se manifiesta como egoísmo sexual, en que el sexo es usado como una vía para controlar o manipular a otro. Puede ser indiferencia sexual dentro del matrimonio –falta de deseo para estar íntimamente con el cónyuge que Dios te ha dado. Puede ser el deseo de ver películas o programas de televisión que despiertan tu pasión y tu lujuria. Todas estas son formas en las que las personas quebrantadas muestran su persistente rebelión contra el diseño de Dios para la sexualidad humana.
Los hombres y las mujeres que continuamente buscan conquistas sexuales están manifestando su daño sexual y su rebelión. Lo vemos en el sexo en solitario, en el uso generalizado de la pornografía y en cualquier variedad de adicciones sexuales, sexo anónimo, homosexualidad, o cualquier otra actividad que revela cuán profundamente quebrantados y rebeldes estamos en esta área.
Cuando te involucras en cualquier despertar de pasiones fuera del matrimonio, le estás declarando a Dios que vas por tu propio camino. Dios nos dice: “Mira, tengo un regalo para ti. Pero este regalo será bueno sólo si te mantienes dentro de los límites.” Sin embargo, decimos: “No. ¡Yo quiero usarlo allá!” Lo que realmente le estamos diciendo a Dios es: “Yo sé más que Tú”.
Si está roto, ¿podemos repararlo?
Hay tres puntos importantes que debemos entender:
Primero: El hecho de que estés quebrantado sexualmente es parte de nuestra naturaleza caída, pero no es una excusa para participar en comportamientos pecaminosos. Tú no puedes decir: “Estoy destruido en esta área y, por lo tanto, no tengo responsabilidad alguna.” Como con cualquier otro comportamiento pecaminoso, tenemos la opción de escoger nuestras acciones.
Segundo: Solos no podemos reparar nuestro quebrantamiento. La sanidad solamente puede ocurrir a través de la gracia salvadora de Cristo. El perdón y la salvación son posibles solamente a través de Él. Solo Él puede curar nuestra naturaleza rebelde.
Finalmente: Mientras vivimos diariamente con nuestro quebrantamiento sexual, debemos ir constantemente ante Dios y arrepentirnos del pecado y reafirmar nuestra fe en el evangelio. 1 Juan 1:9 nos dice “Si confesamos nuestros pecados, Dios que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad.” Esta no es una limpieza de una vez por todas. Dado que pecamos constantemente, debemos arrepentirnos regularmente.
El anhelo de nuestra alma
Nuestras almas ansían la intimidad y la experiencia sexual correcta para las cuales Dios nos creó. No obstante, pero nos conformamos con sustitutos baratos. Y al final, esos sustitutos siempre decepcionan, porque no cumplen lo que Dios quería.
Lo más importante es estar en una relación correcta con Dios, en la que Él satisface el anhelo de nuestras almas y provee la gracia santificadora que necesitamos. Solo cuando nos rindamos a Él y confiemos en Él, reconoceremos la bondad de Su regalo: el sexo.
Este artículo ha sido adaptado de un sermón que Bob Lepine predicó en la Iglesia “Redeemer Church” en Little Rock, Arkansas. ©2013 por FamilyLife. Todos los derechos reservados.