Recientemente mientras miraba a nuestro nieto de 2 años durmiendo, pensé, ¡Te ves igual a como se veía tu papá!

Parece como si fuera ayer cuando nuestro hijo adulto era un párvulo; y yo era la joven mamá que lo cuidaba durante su siesta de mediodía.

A veces me pregunto, ¿Qué haría en forma distinta si pudiera de algún modo ser esa madre joven nuevamente … sabiendo ahora lo que me ha tomado décadas aprender?

Bueno, creo que bajaría mi ritmo de vida y me involucraría menos en actividades externas a la familia. Organizaría más noches familiares en las que simplemente estuviéramos juntos sin ninguna tarea específica para cumplir. Jugaría más juegos y nos sentaríamos en la terraza más a menudo como familia, observando las estrellas fugaces o las luciérnagas en la oscuridad. Haría más preguntas porque reconocería que el pecado es la inclinación natural de todo niño hasta que conozca a Jesús personalmente.

Le pregunté a otras abuelas qué cambiarían, si pudieran de algún modo  retroceder en el tiempo y ser madres jóvenes nuevamente. Esto es lo que dijeron:

Habría destinado más tiempo sin remordimiento alguno para estar con mis niños tirados en el pasto, buscando nubes con forma de animales, jugando juegos de mesa en los días de lluvia o causando un desastre al crear una obra de arte en la cocina. Esos son los momentos que recuerdo y no cuán limpia estaba la tina.

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Hubiera hecho más conexiones entre mis hijos y sus abuelos. Mirando atrás, habría dado mayor prioridad a hacer el viaje a la casa de la abuelita. Los abuelos pueden añadir a la perspectiva del mundo que los niños han recibido de sus padres, sencillamente porque tienen otras experiencias de vida.

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Quisiera haberles enseñado a mis hijos más acerca de su herencia … para ayudarles a ver que lo que han llegado a ser es el resultado, en parte, de la vida de sus parientes antes de ellos. Hay mucho más por conocer que simplemente saber de dónde son sus antepasados. ¿Cómo era la vida en un país en particular, o en tal vecindario o en tal hogar? Creo que si hubiera estudiado mejor a mis padres, habría estado más capacitada para contarle a mis hijos acerca de ellos. Por ejemplo, apenas poco antes de que falleciera mi padre, me enteré de que a él le encantaba cantar cuando era niño y joven, y que perteneció a un coro a cappella durante todos sus años escolares. Esto me dio un nuevo entendimiento de él; un ancianito que siempre estaba tarareando o escuchando música. Hay mucha más profundidad en mis padres que se perderá para siempre porque yo no le puse más valor en conocer sus experiencias.

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Me detendría y les leería mucho más a menudo y disfrutaría de los momentos simples, como cuidar un jardín, en vez de frustrarme por tales intrusiones en mi lista de quehaceres.

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Les compartiría el amor del Señor y no sólo las reglas de buena conducta. Creo que a menudo confundí la conducta complaciente con el entendimiento.

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Quisiera haberme relajado y disfrutado más a mis hijitos, en vez de tratar de hacer que todo sea “perfecto” para ellos. ¡Los años pasan muy rápido!

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Oraría en forma más específica por el desarrollo de su carácter y su comprensión del Señor, y no tan sólo por la mano del Señor en las situaciones de crisis.

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Invertiría más tiempo en aprender cómo ser un mejor mayordomo de mi tiempo y mi dinero, para así poder enseñar a mis hijos a ser mejores mayordomos.

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Pasaría más tiempo leyendo la Biblia y orando. Como mamá joven, a veces estaba demasiado ocupada con los quehaceres del hogar y de la familia, y sólo me encontraba con Dios al final del día cuando ya estaba demasiado cansada para concentrarme.

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Tendría más tiempo a solas con cada uno de los niños, tomando paseos por la ciudad o el estado, simplemente para hacer memorias especiales.

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Los incluiría en actividades de voluntariado en la ciudad, y darles a conocer acerca de las cosas que nosotros podemos hacer para ayudar a otros. También les pediría que me acompañaran a preparar y entregar alimentos y manualidades para aquellos que tienen dificultad en salir de casa, los enfermos y los menos afortunados que nosotros.

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Me daría el permiso de usar diferentes métodos con cada hijo. Yo pensaba que al usar el mismo método con todos, estaba siendo justa y no mostraba favoritismo. Sin embargo, he aprendido que cada hijo es único y que maduran a diferentes edades. De modo que las mejores reglas para uno no son necesariamente las mejores reglas para el otro (por ejemplo la edad para empezar a tener citas, aprender a manejar, los tiempos de llegada, etc.) Las reglas necesitan ser adaptables de acuerdo a la madurez de cada hijo y a su habilidad de aceptar responsabilidades.

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Sería paciente y construiría más recuerdos agradables con mis niños para que ellos no sólo recordaran todas las las veces que yo estaba apurada, enojada, infeliz o descontenta. Al contrario, que recordaran una mamá que era paciente, bondadosa y amorosa con ellos.

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Durante los años de adolescencia cuando lidiaba con faltas de respeto o ser ignorada, permití que estas actitudes me ahogaran. Quisiera haber entrado a sus recámaras a la hora de ir a dormir y haberles dicho cuánto los amaba, haberles preguntado cómo podía orar por ellos y haberlos abrazado.

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Habría tenido más humor en mi casa. El humor es como la harina en una receta: lo une todo.

¡Dios deveras le enseña mucho a las madres mientras crían a sus hijos!

Aunque es imposible que una abuela vuelva atrás en el tiempo para criar nuevamente a sus hijos adultos… mamás jóvenes: ¡Aprovechen que están criando a sus hijos ahora!

Como sugirió una abuela: “Corre y juega con tus niños. Se una niña de nuevo. El desorden de la casa estará esperándote mañana, pero tus hijos pronto se irán.”

“Escucha el consejo y acepta la corrección, y llegarás a ser sabio.” —Proverbios 19:20 (NVI)

*Muchas gracias a Arlene, Betty, Carole, Judi, Judy, Karen, Kathy F., Kathy H, Linda, Margo, Mary D., Mary S., Mary T., Rita, Toni


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