Mi cuñada Jerra quería enseñarle a su hija Natalia, decir “Sí, señora” y “No, señora” al dirigirse a los adultos, pero por alguna razón Jerra no pudo evitar que siguiera diciendo “sip” y “nop.” Cuando llegó el momento de tomar acciones disciplinarias, Jerra rápidamente se dio cuenta de por qué su hija tenía eso tan arraigado. Natalia empezó a señalar cada vez que mamá y papá usaban esas palabras prohibidas. El hecho es que esto sucedía muy a menudo.

“Cuando tienes niños muy pequeños, empiezas a descubrir cosas que tú dices una y otra vez”, dijo Jerra. “Te vas a sorprender al descubrir lo que dices todo el tiempo sin siquiera darte cuenta”.

Eso me dejó pensando en mis propios hábitos al hablar.

Mi hijo aún no cumple 2 años, y ya está empezando a copiar partes de mi forma de hablar. Por ejemplo, yo siempre termino mis frases diciendo, “¿Esta bién?” Por ejemplo: “Voy a preparar tu almuerzo, ¿Esta bién?”. Entonces él ahora corre por todos lados mirándome y diciendo, “¿Esta bién? ¿Esta bién?”

El otro día, mi esposo y yo estábamos en el auto conversando sobre cómo necesitábamos poner atención a lo que nuestros hijos oyen en la radio y la televisión. Justo en el momento en que dijimos eso, en la radio estaban tocando la canción “Happy Together”, y escuchamos desde el asiento de atrás: “¡Happy!”

Me pregunté qué otras cosas digo todo el tiempo que mi hijito podría repetir. La verdad es que  que empecé a escucharme a mí misma, y tuve que admitir que no me gustó parte del lenguaje que escuché. Me di cuenta de que uso mucho la horrible palabra “odiar”:

Odio los días fríos de lluvia”.

Odio perder tiempo”.

Odio las filas largas”.

¿Realmente quiero que mi hijo vaya por todas partes diciendo que odia ciertas cosas?

También descubrí que repetía oye, tonto, y no lo creo. Imagínate cómo me sentiría como madre al escuchar que mi hijo le comente a sus amigos en la iglesia, “¡Este juguete es tonto!” O a su maestra, “¡Oye! ¿Puedo ir al baño?” Si no cambio mis propios malos hábitos de lenguaje, es muy probable que él dirá exactamente esas mismas cosas.

La Biblia habla sobre las virtudes de la disciplina del lenguaje. Santiago 3:9-10 es el buque insignia del entrenamiento de la lengua:

Con la lengua bendecimos a nuestro Señor y Padre, y con ella maldecimos a las personas, creadas a imagen de Dios. De una misma boca salen bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así. (NVI).

Proverbios es otro libro lleno de consejos para la lengua. Por ejemplo, esta instrucción de Proverbios 12:18-19:

Hay gente cuyas palabras son puñaladas, pero la lengua de los sabios sana las heridas. Los labios veraces permanecen para siempre, pero la lengua mentirosa tiene corta vida (RVC).

La forma en que usamos las palabras es un reflejo de nuestros corazones. En Mateo 12:34, Jesús dijo, “…de la abundancia del corazón habla la boca”. Las cosas que decimos, las palabras que usamos y las actitudes con las que nos comunicamos no solo reflejan quiénes somos para los demás, sino que también establecen un ejemplo para nuestros niños.

Cómo domar tu lengua

Te guste o no, los niños quieren ser como sus padres. Si quiero que mi hijo sea respetuoso de sus mayores, que hable con amabilidad, y que piense antes de hablar, entonces tengo que aprender a darle buen ejemplo. La lengua no es fácil de domar. Santiago la llama “un mal irrefrenable, lleno de veneno mortal” (Santiago 3:8). Pero hay cosas que podemos hacer para ayudar a mantener la lengua en su lugar. Aquí hay cuatro acciones que he encontrado que ayudan:

  1. Revisar mi corazón. Tal como lo mencioné antes, Jesús nos advirtió que la lengua y el corazón están conectados (Mateo 12:34 NVI). Puedo identificar cuando estoy cayendo en la indiferencia con respecto a Cristo porque mi hablar es más negativo y desenfrenado. Me escucho a mí misma reclamando más, ofendiéndome por cosas pequeñas y expresando autocompasión exagerada. Entonces me doy cuenta que debo renovar mi relación con Dios, volver a leer la Biblia de corazón y, si es posible, unirme a un grupo de estudio bíblico. Mientras más lleno mi corazón y mente con las palabras de Dios, más principios piadosos fluyen a través de mi vida y se expresan naturalmente en mi hablar.
  2. Pensar antes de hablar. Necesito impedir que las palabras salgan de boca antes de pensar bien lo que estoy diciendo. Esto es especialmente importante con respecto a las palabras habituales como “tonto” y “odio.” Solo las digo para enfatizar lo que estoy sintiendo, pero Proverbios 18:2 dice: “Al necio no le complace el discernimiento; tan sólo hace alarde de su propia opinión” (NVI). Si me tomo el tiempo para pensar en mis palabras, podré encontrar palabras más amables y formas más precisas para comunicar esas emociones. Eso implica ser más lento para hablar a fin de poder pensar primero, no temer el silencio y ser intencional con las palabras que elijo.
  3. Mantener recordatorios a la vista. Pasajes bíblicos en el refri y en el auto que me recuerden de la importancia de mis palabras. Santiago 3 y el libro de Proverbios están llenos de sabios consejos que imparten convicción. También tengo un libro que me gusta leer regularmente cuando mi lengua se sale de control. Se llama Beauty Care for the Tongue (Cuidando la Belleza de la Lengua) por LeRoy Koopman, y que incluye una guía de estudio para un aprendizaje más profundo.
  4. Reemplazar lo malo con lo bueno. Tal como lo expresa el antiguo dicho, “siempre hay algo bueno que decir”. En casi toda situación se encuentra lo malo y lo bueno. En vez de atacar de inmediato el lado negativo en cada situación, decídete a enfatizar lo bueno. No estoy sugiriendo que inventemos algo positivo o mintamos sobre nuestras opiniones para encubrir nuestros verdaderos sentimientos. Sino que hay una forma de celebrar sinceramente los atributos positivos olvidados o pasados por alto. Se trata de escoger ver lo bueno. Algunas personas llamarían a esto “optimismo.” Yo lo llamo “gracia”.
Una hermosa lengua, un hermoso legado

Me gusta lo que Koopman dice sobre la belleza de la lengua en los primeros conceptos de su libro:

¿Cuán bella es tu lengua?

¿O nunca has considerado tu lengua en términos de su atractivo?

No la miras muy seguido en el espejo.

No la llevas a la tienda para comprarle algo.

No tienes una cita semanal con la esteticista de lenguas.

Avon y Revlon no venden cosméticos para ella.

No tienes que hacer dieta para que vuelva a estar en forma.

Los hombres no le cantan serenatas ni le escriben poemas.

No es modelo en las revistas de moda.

Pero es tu lengua, más que la forma de tu rostro, o las dimensiones de tu figura, o la suntuosidad de tu guardarropas, o el tamaño de tus ingresos, lo que determina si tú eres una persona hermosa, o no.

Cuando se trata de nuestro hijos, a menudo nos preocupamos sobre su bienestar futuro. Mucha gente abre cuentas bancarias para la educación, hipotecas para comprarse una casa, e incluso ahorros para futuros vehículos. Sin embargo, la forma en que un niño habla es aún más importante para el éxito en la vida, y a menudo es lo que más se pasa por alto.

La forma en que una persona usa su lengua determina el tipo de persona que es. Puede herir o sanar; traer libertad o esclavitud; y la forma en que manejamos esta arma puede transmitirse a nuestros hijos y afectar sus vidas. Es más importante que cualquier ventaja financiera que podamos brindarles.

Quiero que mi legado sea el de una hermosa lengua, una lengua con gracia, misericordia y de una veracidad amable. Pero para transmitir estas habilidades debo empezar a hablar en forma correcta ahora mismo, incluso antes de que mis niños puedan formar oraciones por sí mismos. Así como quiero que ellos aprendan a caminar erguidos, obedezcan a sus padres y amen a su prójimo, también quiero enseñarles a usar una de sus armas más poderosas, la lengua, para el bien de los demás. Y eso empieza ahora.

 


©2010 por Sabrina McDonald. Todos los derechos reservados. Usado con permiso.

 

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