La Gran Muralla de China es una de las grandes maravillas del mundo, una verdadera obra de arte de ingeniería. Me contaron que seis caballos podrían correr uno al lado del otro sobre ésta. Caminé sobre ella, y me sorprendió esta estructura masiva que serpentea a través de las montañas.

China construyó la muralla para protegerse de la invasión. Pero durante los 100 años después de que se completó la muralla, los enemigos invadieron el país tres veces. ¿Sabes cómo?

Los invasores no pasaron por sobre la muralla. No hicieron hoyos a través de ella, ni la incendiaron. En vez de eso, sobornaron a los guardias. Mientras China construía este sorprendente sistema de defensa, fue negligente con sus hijos al fallar en edificar el carácter de sus vidas. El tipo de carácter que podría haber resistido la tentación.

Siempre pienso en esa historia cada vez que oigo a los padres hablar sobre los sueños y las metas que tienen para sus hijos. Muchos padres hoy están sumamente preocupados de la educación que sus niños reciben y por las habilidades que están desarrollando. Pasan horas llevándolos a la escuela y a sus diferentes actividades extracurriculares. Esperan con ansias el día en que sus hijos entrarán al mundo laboral y desarrollarán carreras lucrativas y exitosas.

Sin embargo, a menudo falta algo en estos sueños y en estos planes. El desarrollo del carácter.

Un fundamento para la vida

Son demasiados los padres que están más preocupados del CI (Cociente Intelectual) que del CC, el cociente del carácter.

Al final, el carácter de tus hijos es lo que proveerá el fundamento para sus vidas. Creo que la crisis de liderazgo que estamos enfrentando en nuestro gobierno, en nuestros negocios y en la iglesia, se remontan a este tema: el carácter.

Tal como lo dijo Omar Bradley, el famoso general de la Segunda Guerra Mundial: “Hemos descubierto el misterio del átomo y rechazado el Sermón del Monte. El mundo ha alcanzado brillantez sin conciencia. El nuestro es un mundo de gigantes nucleares y de niñitos éticos”.

¿Te das cuenta del poder que tienes como padre? Cuando ayudas a criar niños con un carácter piadoso, niños que seguirán a Cristo y resistirán las presiones del mundo, estarás ayudando a conformar el mundo de la próxima generación.

Edificar el carácter de un niño significa construir patrones de conducta para responder adecuadamente a la autoridad y a las circunstancias de la vida. Tal como nos lo dice 1 Timoteo 1:5: “el propósito de este mandamiento es el amor nacido de corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida”.

Responder a la autoridad es importante porque todos estamos bajo la autoridad de Cristo. Un niño debe aprender cómo someterse a Dios en todas las áreas de su vida. Una respuesta adecuada a las circunstancias de la vida significa mostrarles a tus hijos cómo caminar con Dios de modo que ellos puedan desplegar los frutos del Espíritu: amor, gozo, paz, paciencia, sin importar lo que enfrenten.

  • El Carácter es lo que le ayudará a tu hijo a mantenerse en su presupuesto cuando sea un adulto.
  • El Carácter es lo que le hará volverse a Dios en tiempos de dificultad y dolor.
  • El Carácter es lo que le ayudará a ir tras su compañero para resolver un conflicto mayor en una forma amorosa.
  • El Carácter es lo que lo capacitará para hacer esa llamada de teléfono extra o trabajar esa hora extra para hacer bien su trabajo.
  • El Carácter es lo que lo guiará en tiempos de prosperidad material y en una crisis financiera.
  • Y el carácter es lo que le dará la fuerza para mantener su mente y su cuerpo puros cuando todos y todo en el mundo diga: “Simplemente cede en esa tentación. No te hará daño”.

Dos compromisos

Déjame sugerir dos cosas esenciales en la edificación de este tipo de carácter en tu hijo:

Primero, haz el compromiso de involucrarte en enseñar caráctera tu hijo  a través de la instrucción personal. Esto significa enseñarle  las Escrituras en forma activa, establecer límites en su vida, reafirmar las decisiones correctas y corregirlo cuando cometa errores. Significa mostrarle continuamente cómo tratar a los demás con el amor de Cristo; cómo comunicarse, cómo perdonar, cómo animar.

También significa contrastar lo que el mundo dice con lo que enseña la Biblia. Justo el otro día, tuve la oportunidad, camino a la escuela, de interactuar con mis niñas sobre la homosexualidad. Hablamos sobre la cultura en la que vivimos y la creciente aceptación de los gays. Les hablé de nuestra necesidad de amar a la gente, pero mantener la claridad mental sobre opciones equivocadas, que son una perversión de la forma en que Dios nos hizo.

Nuestra conversación solo duró 10 minutos, pero creo que asenté otra piedra en el fundamento de su carácter.

Segundo, haz el compromiso de modelar los rasgos de carácter que les estás enseñando a tus hijos. Porque nunca llevarás a tus hijos más allá de lo que es evidente en tu propia vida.

Un profesor de seminario me contó la historia de cuando llevó a su hija de 13 años a la feria estatal. En cuanto condujeron hacia  la entrada, él se fijó en un letrero que decía: “Entrada Libre para Niños de 12 Años o Menos.” Él le susurró a su hija al oído: “échate hacia abajo para que te veas más chica”. Ella lo hizo, y él eludió pagar por ella.

Unos pocos segundos más tarde este profesor, con dos títulos de seminario, escuchó una pequeña voz desde el asiento trasero: “Papi, tú sabes que tengo 13”. Sintiéndose culpable de su pecado y de su mal ejemplo, puso el auto en reversa y retrocedió. Se disculpó con el funcionario y pagó la tarifa completa. Ese papá aprendió una lección dolorosa pero muy importante: Nuestras vidas deben modelar lo que enseñamos.

Los seis niños Rainey han cometido sus propios errores (han mentido, hecho trampa, desobedecido, han tomado malas decisiones) y han sufrido de una masiva dosis de rivalidad entre hermanos. Pero uno por uno, están aprendiendo a mantenerse firmes.

Cuando Rebeca tenía 15 años, ella resistió la tentación de escaparse con otros ocho amigos de una película decente a una catalogada R. Cuando me contó la historia, la sonrisa en su cara fue una gran recompensa para Bárbara y para mí. Su carácter estaba creciendo.

Sí, ¡ellos están captando la idea!


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