La noticia seria sobre la crianza de los hijos es, que realmente no tenemos control final sobre si ellos elegirán la puerta estrecha que conduce a la vida (Mateo 7:14) o la puerta ancha que conduce a la destrucción. Si otras experiencias en la vida no nos han hecho sentir humildes, y nos han mostrado cuán dependientes somos de Dios, entonces, criar a un preadolescente o adolescente, sí lo hará.

La buena noticia es entender nuestra necesidad urgente de depender de Dios. Una vez que abandonemos la ingenua idea de que nosotros, los padres, podemos dictar las decisiones que tomarán nuestros hijos y la puerta espiritual por la que caminarán, ya sea estrecha o ancha, entonces estaremos listos para ponernos las rodilleras y tomar en serio la oración.

¿Qué aprendimos acerca de la oración por nuestros hijos cuando se preparaban y luego entraron en la adolescencia?

Ora con regularidad. Lleva a Dios toda preocupación, sueño y deseo sobre tu hijo en oración ferviente y persistente. (Lucas 18: 1–8 presenta una gran parábola sobre la oración persistente que debió haber sido para los padres de adolescentes).

Dos de los mejores momentos para orar con tu hijo son camino a la escuela (suponiendo que tú lo vas a dejar en carro) y a la hora de acostarse, sin importar la edad. Vivíamos a unas cinco millas de la escuela a la que asistían nuestros hijos cuando estaban creciendo. Cada mañana orábamos por las cosas más importantes para ellos: exámenes, amigos, maestros y actividades. Cuando el automóvil llegaba a la cima de la colina, justo antes del edificio de la escuela, siempre concluíamos con la misma petición: “Y, Señor, te pedimos que libres a cada uno de nuestros hijos del mal, de daños y de tentación este día; que te experimenten a Ti obrando en sus vidas y que sean utilizados por Ti para influenciar en otros para Tu reino. Amén”. Una vez que nuestros adolescentes comenzaron a conducir para ir a la escuela, usábamos el desayuno para este tiempo de oración.

Las oraciones a la hora de acostarse pueden ser más personales para cada hijo. Ora por su futuro cónyuge relaciones, actividades, desafíos, tentaciones y un corazón para Dios. No asumas que un adolescente es demasiado grande para que te arrodilles junto a su cama, le acaricies la cara y ores con él.

Ora a la ofensiva. Antes de que tu hijo llegue a la adolescencia, ora por su grupo de compañeros, para que tenga al menos un compañero cristiano fuerte durante la adolescencia. Pídele a Dios que proteja a tu hijo diariamente de otras personas que podrían ser una influencia maligna. También considera pedirle a Dios que te ayude a encontrar a tu hijo haciendo cosas buenas para que puedas animarlo a tomar las decisiones correctas.

Ora a la defensiva. En más de una ocasión, buscamos la ayuda del Señor para alejara a un amigo de carácter cuestionable de la vida de nuestro hijo.

De vez en cuando sentíamos que uno de nuestros adolescentes nos podía estar engañando, sin que pudiéramos estar absolutamente seguros al respecto. En esas situaciones le pedîamos a Dios que nos ayudara a atraparlo si él o ella estaba haciendo algo malo. ¡Dios parece sentir lástima o misericordia, o compasión por los padres que hacen esta oración!

Ora intensamente. Una de las disciplinas espirituales más incomprendidas de la vida cristiana es la oración acompañada de ayuno (la abstinencia de alimentos por un período de tiempo determinado.). Aunque con el ayuno no ganamos puntos con Dios, Él asume en las Escrituras que ayunaremos y oraremos (véase Mateo 6: 16–18) y promete recompensarnos si lo hacemos correctamente. Conocemos a una pareja que aparta cada lunes para ayunar desde el amanecer hasta la puesta del sol y ora por su hijo de 14 años quien pasa por dificultades.

Ora cada vez que Dios traiga a tu hijo a tu mente. Puede ser que en ese mismo momento, tu hijo esté enfrentando una circunstancia de importancia crítica. Algunos amigos nuestros sintieron una noche una fuerte y repentina necesidad de orar por su hija. En el preciso momento en que se bajaron de la cama y se pusieron de rodillas, un coche de la policía merodeaba alrededor del coche de su hija, en una remota carretera de una montaña donde ella y una amiga habían ido a mirar las luces de la ciudad, comer algo y hablar. Sin ellas saberlo, un prisionero que se había escapado, se escondía debajo de su auto. El prisionero fue detenido y las chicas salieron ilesas.

Ora con tu hijo. Es fácil que la oración se convierta en un diálogo exclusivo entre: tú y Dios. ¿Por qué no hacer lo que una madre, Nina, hizo con su hija adolescente, Natalie, y convertirse en compañeras de oración? Los años de la adolescencia de Natalie estuvieron llenos de momentos especiales en los que ella y su madre se arrodillaban y oraban por las dificultades y desafíos de Natalie.

Oren juntos como pareja. Durante más de 40 años de matrimonio hemos terminado cada día en oración, como pareja. Ninguna disciplina espiritual ha protegido nuestro matrimonio y nuestra familia más que este tiempo diario de comunión, con Dios.

Todos nuestros seis hijos ya han llegado a la edad adulta. Ahora que la adolescencia está atrás de nosotros, tú podrías pensar que hemos llegado a la meta. ¡Apenas es así! Continuamos orando más que nunca por nuestros hijos, incluso después de los turbulentos años de la adolescencia, y así lo hacemos todavía.

Dios quiere lo mismo para ti y para tu hijo. Háblale a Él. Santiago 5:16 nos dice: “La oración efectiva de un hombre justo puede lograr mucho”.


©2019 Español Adaptado de Parenting Today’s Adolescent: Helping Your Child Avoid the Traps of the Preteen and Teen Years [Cómo cuidar al adolescente de hoy: ayudar a su hijo a evitar las trampas de los preadolescentes y adolescentes]. Derechos de autor 1998 de Dennis y Barbara Rainey. Utilizado con permiso de Thomas Nelson, Inc., Nashville, Tennessee. Todos los derechos reservados.

Se dice que “los hijos son el corazón de los padres viviendo afuera del cuerpo”. Siendo ese el caso, durante casi un año mi corazón fue trasplantado al extranjero.

Hace unos pocos años, nuestro hijo Benjamín vino a Bárbara y a mí, y nos dijo que creía que Dios lo estaba llamando a posponer su último año de universidad para viajar a Estonia, como parte de un equipo de Cruzada Estudiantil para Cristo (CRU por sus siglas en inglés). Nuestro primer pensamiento fue: “¿Y (en algunos ámbitos evangélicos el “Por Dios” sería tomar Su nombre en vano..) dónde queda Estonia?”. Una milésima de segundo después, la realidad de su compromiso centelleó a través de nuestras mentes: ¿Un año? ¡Es mucho tiempo! Estábamos emocionados por Benjamín, pero tristes por nosotros.

Entonces, el 15 de agosto de 1997, nos reunimos en el aeropuerto de Little Rock para orar por él, y decirle adiós. Ese estrecho abrazo familiar derramó tantas lágrimas que se volvió un charco familiar.

En el Salmo 127:4 se compara a los niños con “flechas en manos del guerrero”. Las flechas no están diseñadas para permanecer en la aljaba. Las flechas han sido creadas para volar hacia el objetivo de Dios: para la batalla. D esde el momento en que los traes a casa desde el hospital, esas pequeñas flechas deben ser conformadas, afiladas y afinadas para el propósito establecido por Dios.

Cada guerrero experimentado puede contarte cuánto dolor hay al lanzar una flecha. En el momento en que el arquero deja ir una flecha, su antebrazo izquierdo puede ser golpeado dolorosamente con el golpe de la cuerda. Lo mismo sucede con el corazón de un padre o de una madre. Mientras “la flecha” disfruta del viaje, el corazón de un padre siente el dolor que produce el dejar ir.

Dejar ir es además aterrador. ¿Van a volar derecho? ¿Se van desviar del curso? ¿Van a caer antes de llegar al destino establecido por Dios para sus vidas?

Nunca lo sabrás, si no los dejas ir. Pero nunca crecerán si los mantienes sanos y salvos en tu aljaba, lejos del campo de batalla.

Algunos problemas con su visa hicieron que Benjamín volviera de Estonia en junio, dos meses antes de lo planeado, lo que en todo caso no aminoró su aventura. Pero dejaré que él les cuente acerca de eso. He aquí una breve descripción de su tiempo en Estonia:

Recuerdo aquel día en que contemplé alrededor mío esos edificios de hormigón de una losa aburrida, y me maravillé de que, ¡ahora estaba viviendo con cerca de 50.000 estonios y rusos! Estaba mirando mi nuevo hogar. A nuestro proyecto de vivienda en Tallin con cariño lo llamé “El Gueto”, pero en realidad era uno de los lugares más hermosos para vivir. (¡Cerca de 250.000 vivían en otro proyecto de vivienda en Tallin, la capital de Estonia!)

Aun cuando mis alrededores se volvieron repentinos y vastamente diferentes, mi vida y mi misión siguieron siendo las mismas que en los tres años previos en la Universidad de Arkansas. Estaba siguiendo a Dios y sirviendo a los estudiantes universitarios.

En Estonia, sin embargo, muchos corazones estaban espiritualmente muertos. Luego de siglos bajo el dominio de distintas naciones, incluyendo la antigua Unión Soviética, ellos ven a Dios simplemente como otra forma de opresión.

Los hombres están ausentes de las iglesias a través de todo el país. Muchos son adictos a la pornografía (que se vende abiertamente en todas partes) y el alcoholismo es también un problema común. El índice de divorcio excede el 80%, el índice de natalidad es tan bajo que la población está disminuyendo, y el país tiene uno de los índices más altos de suicidio en el mundo.

Las mil fotos que tomé durante el curso de ese año son una prueba de que, ¡no fue sin novedades ni aburrido! El punto máximo fue la Conferencia de Estudiantes Bálticos. Asistieron cerca de 180 estudiantes de cuatro países, y de esos, por lo menos 125 eran no cristianos. Pasamos días diseñando la conferencia para hacerla amigable pero audaz para los no creyentes. Después de hacer sketches con base en videos de “Mr. Bean” y disparar cañones de patatas en la playa, hasta escuchar en tres ocasiones el evangelio presentado completamente, lo logramos. Cuatro estudiantes de Estonia, por ejemplo, expresaron su decisión de seguir a Cristo y aún están caminando con Él hasta el día de hoy.

En parte, la conferencia también fue un punto máximo para mí, porque yo era el maestro de ceremonias. Nunca antes me había parado frente a tantas nacionalidades. ¡Cada palabra que hablaba era traducida a cuatro idiomas distintos!

Crecí mucho durante mi tiempo en Estonia. Sí, ir a la universidad fue un gran paso para mí, pero este fue un salto gigante en términos de responsabilidad y crecimiento espiritual. Encontré que, como nunca antes, aprendí más y crecí más en mi relación con Cristo.

Muchas de estas lecciones acerca de Cristo que había aprendido con mi mamá, con mi papá, en la iglesia y en mi estudio personal, ahora fueron forzadas a la práctica. Muchas cosas que sabía sobre Dios repentinamente se volvieron reales , en una forma totalmente distinta; el conocimiento intelectual se volvió una realidad experimental.

Por ejemplo, yo podría haberles dicho que creía totalmente que Dios era un gran Dios y un Dios del mundo. Pero hasta que fui a vivir al otro lado del océano, orando y adorando con rusos y estonios, nunca me había dado cuenta de lo que aquello significaba. Fue realmente espectacular y abrió mis ojos. Dios de verdad arrancó muchas de mis ideas tontas y poco entusiastas acerca de Él, y abrió mis ojos frente a la profundidad de las riquezas que se hallan en Él. ¡Qué descubrimiento!

Mi año en otro continente fue una experiencia única y distinta. ¡No la cambiaría por nada en el mundo y lo haría nuevamente!

Es mi esperanza que la historia de Benjamín te anime mientras modelas a tus hijos como flechas listas para ser usadas por Dios. En algún punto, vas a tener que dejar ir a tus flechas y confiar en el plan de Dios para sus vidas, sin importar a  dónde los lleve ese plan.

Recientemente, he estado pensando que nuestra mayor contribución a la causa de Cristo podemos realizarla a través de nuestros hijos. Ellos serán los mensajeros que lleven el evangelio a la próxima generación. ¡Que el favor de Dios sea sobre ti!

¡Aleluya! Dichoso el hombre que honra al Señor y se deleita obedeciendo sus mandatos. Sus hijos tendrán poder en la tierra, y serán bendecidos por su rectitud. (Salmo 112:1-2)


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En tiempos difíciles, uno de los mayores desafíos que enfrentan los padres es saber cómo transferir su fe a sus hijos. Como hemos aprendido lo difícil que puede ser la vida, queremos que nuestros hijos sepan cómo depender de Cristo como su Roca, ya sea en el campo de batalla del patio de la escuela o en un campo de batalla real algún día en cualquieruier lugar del mundo. Pero ¿cómo?

Hace varios años leí la historia de una familia que vivía una vida cómoda y pacífica en una comunidad feliz. Los eventos nacionales inesperados en su país cambiaron todo para estos padres y sus dos hijas de  11 y 8 años.

En los meses previos al comienzo de la Primera Guerra Mundial, la vida cambió dramáticamente para Elizabeth, de 11 años, y su familia armenia que vivía en Turquía, la tierra de sus antepasados. Criada por padres que seguían a Cristo y enseñaban las verdades de las Escrituras, el mundo de Elizabeth comenzó a desplomarse en abril de 1915 cuando su padre fue arrestado y golpeado por soldados turcos, quienes lo acusaron de crímenes que él no había cometido.

Se le ofreció protección si renunciaba a Cristo y le daba su lealtad a Mahoma, pero él se negó. Después de ser arrestado por segunda vez, Elizabeth lo buscó y lo encontró muy golpeado. De rodillas, con el rostro cerca al de él, lo escuchó decir: “Nunca abandones a Cristo, no importa cuánto sufrimiento pueda venir. Cristo murió por nosotros. Podemos ser igual de valientes en su nombre”.

Esa fue la última vez que Elizabeth vio a su padre. Huyó con su madre y su hermana a otra ciudad, donde encontraron trabajo como sirvientas.

“Mi propio tiempo ha llegado”

Los empleadores de Elizabeth comenzaron a presionarla para que negara a Cristo, pero su madre le dijo: “Recuerda el ejemplo de tu padre”. Luego su madre admitió: “Mi tiempo también ha llegado para enfrentar esa pregunta. Me dijeron hoy que todos los adultos armenios deben reconocer a Mahoma o ser exiliados”. Ella comenzó a llorar y continuó: “No puedo renunciar a Cristo, no importa lo mucho que ustedes, chicas, me necesiten. No puedo renunciar a Él. Sé que Él cuidará de ustedes dos”.

Al día siguiente se llevaron a su madre, junto con cientos de otros armenios. Elizabeth y su hermana ahora eran huérfanas.

¿Te imaginas el dolor que sintieron los padres de Elizabeth cuando hablaron con ella por última vez? Querían desesperadamente protegerla a ella y a su hermana, querían evitar que sufrieran. Pero sabían que no podían renunciar a su Salvador. Así que hicieron lo mejor que pudieron hacer: pusieron a sus hijas en las manos de Jesús. Por fe.

Dios rescató a las dos niñas y las mantuvo a salvo hasta el final de la guerra, y emigraron a los Estados Unidos.

¿Podría confiar en Dios?

La primera vez que leí esta historia, todos mis hijos estaban seguros en mi nido. Me pregunté si tendría la fe para actuar como lo hicieron estos padres. ¿Podría confiar en que Dios cuidaría de mis hijos si Él me llevara a mí o a Dennis y a mí al cielo? ¿Creía yo que Su soberanía y bondad serían inmutables si Él les permitiera pasar por algo dañino o doloroso?

Lo que la mayoría de nosotros enfrentamos hoy no se compara con la inestabilidad en Turquía hace cien años. Pero la respuesta sigue siendo la misma: Jesucristo todavía está en su trono, y aún se puede confiar en Él para que cuide de nosotros sin importar cómo se vea la situación. Eso es lo que necesitamos enseñar a nuestros hijos para que puedan poner su fe en Cristo y confiar en Él en todo.

Si nuestros hijos son ansiosos y temerosos, es probable que lo aprendieron de nosotros. Y si queremos que estén llenos de fe, eso también tienen que aprenderlo de nosotros.

Así que esta es la pregunta para las mamás y los papás. ¿Realmente crees que Dios es lo suficientemente grande?

Los seguidores de Cristo hoy están en la misma Roca en la que los creyentes han confiado durante más de 2.000 años. No importa lo que esté sucediendo en el mundo, esa Roca es Jesucristo.

Enseñando a tus hijos

Entonces, ¿cómo les transmites esta verdad a tus hijos, para que confíen en esta misma base sólida a medida que crecen hasta la edad adulta?

Deuteronomio 6: 4-9 fue una fuente consistente de orientación para Dennis y para mí cuando criamos a nuestros hijos. Comienza con una declaración que luego Jesús identificó como el “mandamiento más grande”: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas”. Esto es lo que necesitas para enseñar a tus hijos y debe ser una forma de vida; no algo que tú restrinjas a la escuela dominical o a los devocionales familiares.

La Palabra de Dios debe estar “en tu corazón”; que sea, algo s tan importante para tu existencia que no puedaes evitar hablar de ello a tus hijos. En las circunstancias diarias de la vida, encontrarás muchas oportunidades para contarles a tus hijos acerca de Dios, acerca de Su Hijo Jesucristo y sobre lo que Él hizo por nosotros.

Dirigirlos  a Cristo

A medida que crecen, inicia conversaciones con tus hijos cuando se encuentren con los problemas normales que enfrentan los niños en la vida: dificultades en la escuela, con amigos, con adultos injustos, con burlones. Estos son buenos momentos para dirigirlos a Cristo y enseñarles cómo confiar en Dios. Ellos van a encontrarse con problemas, y si no les enseñas cómo manejarlos, los estás preparando para una gran decepción.

Permite que tus hijos expresen lo que sienten y experimentan. La familia necesita ser un lugar seguro para expresar sus temores y decepciones. Esos son magníficos momentos para que los ames, los afirmes y les ayudes a tomar decisiones sabias. En tiempos de inestabilidad cultural, puedes actuar como un “comentarista espiritual”, hablando sobre los problemas actuales y ayudándolos a verlos dentro de una perspectiva bíblica.

Creo que ese es nuestro llamado como padres:, modelar una fe que sea auténtica, fuerte y arraigada en la Roca, y eso es lo que nuestros hijos notarán. Debemos recordar modelar eso en lo que decimos y lo que hacemos, porque nuestros niños están atentos.


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La luz de los faros del coche que pasaba giraba alrededor de las paredes de mi habitación y mis ojos se abrieron de par en par.

¿Quién conducía por nuestro callejón sin salida por la noche? ¿Nos iban a robar? ¿Le prenderían fuego a nuestra casa?

El miedo se apoderó de mi joven corazón mientras conclusiones irracionales inundaban mi mente. No esperé mucho para deslizarme de la cama y bajar corriendo en busca de consuelo.

Me paré en el descanso de la escalera, miré a mamá y papá en el sofá, y rápidamente les conté lo que había visto.

Después de hablarme cuidadosamente acerca de mis miedos y orar conmigo, papá me acompañó a mi habitación, me cantó en voz baja y volvió a bajar las escaleras.

Momentos como este han sido significativos para moldear la forma en que interactúo con el Señor. Mis padres hicieron más que enseñarme a caminar como creyente y honrar a Cristo en todas las cosas; ellos me mostraron cómo hacerlo.

Aquí hay cinco hábitos que mis padres incorporaron durante mi infancia y que han tenido una influencia especial en mi vida espiritual.

  1. Me enseñaron a cantar himnos.

Con dos chicas en ballet durante más de 10 años, pueden imaginarse cuántos moños de pelo se hicieron en mi casa. Mamá era la “maestra de moños” cuando éramos jóvenes, y durante esos momentos frente al espejo, ella nos enseñaba a mi hermana menor y a mí a cantar himnos … ¡ a tres voces en armonía!

Estas no eran simplemente lecciones de música. Las lecciones teológicas integradas en estos himnos se han mantenido conmigo hasta hoy. Letras como “Él esconde mi vida en las profundidades de su amor, y me cubre allí con su mano” y “Bendita seguridad, Jesús es mío, oh, qué anticipo de la gloria divina” están marcadas en mi corazón, para ser recordadas en cualquier momento.

Las palabras de verdad que canto mental y audiblemente tienen el poder de recalibrar mi pensamiento y mis emociones sobre lo que es agradable al Señor. Muchas mañanas de mal humor han sido reanimadas por un viejo himno o dos. Cuando canto las canciones espirituales que me enseñaron, ellas me señalan a Dios.

  1. Me mostraron cómo leían las Escrituras.

Cada mañana, durante mi infancia, mi madre se sentaba en los escalones del porche delantero para pasar un tiempo tranquilo con Dios. La veía salir con su Biblia y su libro devocional bajo el brazo, ansiosa por sumergirse en ellos. De manera similar, crecí viendo a mi padre leer su Biblia de cuero en su silla de cuero por las noches, y antes de ir a la iglesia los domingos. Ambos tenían hambre de la Palabra de Dios. Ambos la veían como su máxima autoridad. Desde que era joven, he observado a mis padres poner la lectura de las Escrituras en el primer lugar de su lista de prioridades debido a un anhelo de guía y santidad.

Así que mi hambre personal por la lectura consistente de las Escrituras comenzó observando a mis padres. Ahora, cuando voy a la casa a visitarlos, a menudo me siento afuera con mi propia Biblia y mi mamá y yo compartimos las verdades que hemos descubierto. ¡Qué bendición compartir esto en familia!

  1. Me enseñaron a orar.

Descubrí hace años que todas las mañanas, cuando mi papá se dirige al trabajo, ora por cada una de sus hijas cuando pasa por nuestras habitaciones. Él eleva cada una de nuestras necesidades a nuestro Padre quien con gusto escucha. Mi madre hace lo mismo durante sus “momentos de tranquilidad” con Dios. No sólo oran por nuestros días, sino para que mi hermana y yo sirvamos y amemos al Señor en todo lo que hagamos.

Mi vida personal de oración ha sido significativamente moldeada al presenciar la de ellos. Me han mostrado que nada es demasiado grande o demasiado pequeño para hablar con Dios. Como Pablo nos dice en Filipenses 4: 6, “en todo por medio de la oración y la súplica con acción de gracias” es que las peticiones deben darse a conocer a Dios. Nada debe quedar por fuera.

Incluso ahora, se me salen las lágrimas al pensar en la cantidad de oración que mis padres han invertido en mi familia.

  1. Me mostraron cómo servir a los demás.

Cuando un amigao la necesita, mi mamá está allí en un instante. Si ella necesita la ayuda de mi papá, él sacrifica sus necesidades por las de ella. Juntos como pareja, mis padres sirven a los que están sufriendo. No tienen miedo de arrastrarse a través de los líos o problemaspor el desorden de la vida juntos. No tienen miedo de sacrificar su comodidad;, sino que colocan a los demás antes que a ellos mismos.

Ellos han ejemplificado, “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:39) y “No busque cada uno su propio interés, sino cada cual también el de los demás” (Filipenses 2: 4).

Vivir con quienes practican lo que enseñan me ha enseñado a vivir para otros.

  1. Me enseñaron a morar en lo bueno, lo verdadero y lo amable.

Como lo mencioné, yo era una niña temerosa. Esas muchas noches en las que bajé las escaleras con terror, mi papá escuchaba constantemente mientras yo expresaba mis temores. Lo más importante es que luego guiaba suavemente mi mente hacia lo que es verdadero. Él abordaba tanto la verdad de mi situación como la verdad acerca de Dios.

En una noche específica, recuerdo haber venido a mi madre por la misma razón. Ella me dijo que me detuviera a pensar, o que morara en cosas buenas y amables. Ella estaba citando indirectamente a Filipenses 4: 8 que dice: “Por lo demás, hermanos, lo que es verdadero … lo que es amable … si hay algo digno de alabanza, piensen en ello”.

Estos primeros recordatorios para que more en lo que es bueno, verdadero y amable hicieron una marca significativa en mis patrones de pensamiento. Pensar de esta manera no ha bloqueado las duras realidades del mundo, sino que ha ofrecido un lente de verdad a través del cual verlas. Debido a que mis padres se han comprometido a hablar y vivir lo que es verdadero y amable, mi vida mental se ha transformado.

Nunca pensé que aprender canciones, ver a mis padres leer o pensar en cosas hermosas cambiaría mi vida, pero lo han hecho. Mis interacciones con Dios de día en día no se verían iguales si no hubier vivido con padres que demostraron vidas espiritualmente sanas . Este es mi homenaje. Siempre estaré agradecida y espero hacer lo mismo con mi propia familia algún día.


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“Mis niños me están volviendo loca”, me dijo una joven madre de niños pequeños. “Mis métodos disciplinarios no parecen funcionar. Mis niños son tan obstinados. Estoy frustrada. Ellos están frustrados. Algunos días, ¡ni siquiera me gustan mis niños!”

Estas son emociones honestas de una madre muy normal. Todos nos hemos sentido de esta Nunca olvidaré cuando nos detuvimos en un mirador junto a la Autopista 36 a las afueras de Boulder, Colorado. Bárbara y yo estábamos recién casados y nos dirigíamos hacia nuestro pequeño apartamento en Boulder. Me estacioné para mostrarle a Bárbara la vista de donde estaría nuestro nuevo hogar. En ese momento todo lo que teníamos eran los regalos de boda, el mismo apellido y un montón de experiencias acumuladas en pocos días. Éramos una nueva familia.

Adelantémonos unas décadas. Ahora nuestras paredes y estantes exhiben fotografías y recuerdos de experiencias que hemos compartido juntos. Gracias a estos creadores de recuerdos y a Bárbara como cazadora de remembranzas, nuestra familia tiene huellas claras: Contamos con una identidad familiar única entre seis mil millones de personas en el mundo.

Los recuerdos son poderosas posesiones familiares que unen profundamente los corazones. Tú y tu esposa necesitan con diligencia planear sus remembranzas (así como disfrutar aquellas que llegan sorpresivamente) y tener un plan de acción para atrapar y hacer perdurar los recuerdos.

Casi todo evento tiene potencial para convertirse en un preciado recuerdo. Te daré un ejemplo: Un fin de semana durante nuestras primeras semanas de vida matrimonial, Bárbara y yo decidimos conducir durante cuatro horas hacia Wyoming para ir de pesca. Cuando llegamos, descubrimos que habían drenado el lago; así que impulsivamente decidimos ir al parque nacional Yellowstone y ver la erupción del géiser llamado Old Faithful. Ocho horas después llegamos justo a tiempo para ver la erupción. Luego miramos nuestros relojes y nos dimos cuenta de que ya nos tocaba regresar a casa.

Obviamente esa no es la mejor forma de visitar Yellowstone, pero pasamos un tiempo magnífico mientras conducíamos hablando y riéndonos. Hasta el día de hoy, esa aventura permanece como un divertido recuerdo de nuestros primeros días juntos cuando no teníamos hijos.

Construyendo recuerdos

Alguien dijo alguna vez: “Dios nos dio recuerdos para que pudiéramos disfrutar rosas en enero”. Permíteme compartir lo que he aprendido sobre cómo crear un florero lleno de rosas de tallo largo en el invierno:

Los mejores recuerdos se construyen con los seres queridos. Por eso es que el matrimonio es una unidad construída y lista para una rica producción y cosecha de recuerdos. Los recuerdos enriquecen el matrimonio dándonos el lenguaje común de las experiencias compartidas.

Cuando nacieron nuestros hijos, nos aseguramos de aprovechar los viajes en auto para divertirnos y construir relaciones. Con frecuencia jugábamos un juego llamado “escarabajo, escarabajo”, que consistía en encontrar Volkswagens escarabajos a lo largo de la ruta. Se ganaban puntos dependiendo del color o ubicación del vehículo. Gritábamos: “¡Escarabajo multicolor a la vista; cuatro puntos!”

Durante unas vacaciones, yo sabía que nos acercábamos a un depósito de chatarra que tenía por lo menos veinte Volskwagens. Cuando hicimos el giro, ¡yo estaba listo! Antes de que cayeran en cuenta, me gané como treinta puntos. Los chicos se quejaron y uno de ellos gritó: “¡Papi, eres un tramposo!” ¡Qué divertido!

Construir recuerdos toma tiempo. Nuestros mejores recuerdos se han originado en los tiempos prolongados que pasamos juntos. Si hubiéramos podido llegar al géiser Old Faithful en treinta minutos, dudo que hoy lo recordaríamos.

Los recuerdos están hechos de diversas aventuras. Muchos de nosotros entramos en la rutina y no nos damos cuenta de las muchas formas maravillosas de compartir en nuestras vidas. Bárbara y yo acampamos durante nuestra luna de miel; nos cayó nieve y casi morimos congelados; pero yo “salvé el día” uniendo las cremalleras de nuestros sacos de dormir. Desde entonces hemos viajado a lo largo de casi todos los Estados Unidos y a sitios lejanos como Sudáfrica, Kenia, Egipto, Austria, Israel, Francia y Estonia, entre otros.

Existen recuerdos que son planeados y otros que son sorpresivos. Asegúrate de crear tradiciones cuando la familia se reúne para las fiestas. Los aniversarios y los cumpleaños deben ser celebrados con la misma importancia que le damos a fiestas como Acción de Gracias o el Día de la Independencia. Al darle importancia a tu aniversario de bodas, no solo honras a tu pareja, sino que, también envías un fuerte mensaje a tu familia y allegados sobre la importancia de tu pacto matrimonial. La celebración de los cumpleaños es el día del año cuando cada homenajeado debe sentirse totalmente especial, honrado, apreciado y amado.

Es bueno planear unas excelentes vacaciones. Los recuerdos se construyen mientras creamos tradiciones familiares; pero pon atención a esos recuerdos únicos: En medio de una noche de invierno se fue la electricidad y terminamos cocinando la cena en la chimenea. No pierdas tus habilidades de espontaneidad e impulsividad.

Los recuerdos son para celebrar. Un recuerdo no es un recuerdo si no se habla acerca de él; si no se miran las fotografías, se ríe o se llora con él. “Recuerdas cuando…” puede ser una alegre introducción para una conversación familiar. Una de nuestras preguntas favoritas para visitar el pasado, como pareja o familia es: “Si pudieras guardar solo un recuerdo de todos nuestros años juntos, ¿cuál sería? ¿Por qué?

Captura de recuerdos

Estoy agradecido de que Bárbara se haya hecho la sanadora e historiadora de la familia. Tú o tu esposa deben asumir ese papel; si no lo hacen, olvidarán miles de recuerdos.

Un cierto número de registros y documentos ayudan a que los recuerdos perduren. Tomar fotografías o videos es una buena forma de hacerlo; pero también el guardar los programas de los conciertos, artículos del periódico y cualquier objeto que grabe y preserve el recuerdo. La creatividad abre la puerta a muchas posibilidades.

Varios de los estantes en nuestra casa están dedicados a álbumes familiares. La colección empieza desde que éramos solteros y luego continúa, desde 1972, con un álbum para cada año. Cada página única e irremplazable registra la historia “oficial y autorizada” de nuestros primeros años como matrimonio y de los recuerdos de nuestra familia.

Y esto no se ha acabado:  ¡Todavía construímos recuerdos y hacemos álbumes!


Adaptado de Starting your Marriage Right [Comenzando bien tu matrimonio] © 2000, ©2019 Español.  Dennis y Bárbara Rainey. Editorial Thomas Nelson.

Mientras jugaba en nuestra sala de estar familiar, mi hijo mayor tomó una decisión que él sabía que no era buena. Miró a su abuelo, sentado seriamente en el sofá, y luego a mí.

Los dos estaban sentados en silencio, esperando a ver qué haría yo. Mi hijo no quería ser disciplinado y mi suegro no quería que lo disciplinara. Sin embargo, su pecado estaba claro y yo opté por ser consecuente y disciplinarlo.

Lo llevé al segundo piso para pasar este tiempo con él en privado, y dejé a mi suegro en la sala. Estuvimos unos 10 minutos ausentes. Cuando volvimos a la sala de estar, mi suegro hizo una observación muy profunda: “Rob, ¿cómo es que siempre suben llorando y bajan felices?”

La respuesta a esa pregunta requiere comprender lo que yo llamo la “parte olvidada de la disciplina”.

Lo que olvidamos

Como padres que desean criar hijos que amen y honren a Dios, la mayoría de nosotros sabe lo que las Escrituras dicen sobre la parte física de la disciplina. Aun cuando dar nalgadas se ha vuelto una forma controversial de disciplina en la cultura de hoy, la Palabra de Dios es clara. Proverbios 22:15, por ejemplo, nos dice: “La necedad es parte del corazón juvenil, pero la vara de la disciplina la corrige” (NVI). Y Proverbios 23:13-14 dice: “No dejes de corregir al joven, que no va a morirse si lo castigas con vara. Al contrario, castígalo con vara y lo librarás de caer en el sepulcro.” (RVC).

Sabemos que esto es parte del llamado que Dios nos ha dado. De modo que, cuando nuestros hijos pecan o se rebelan, recordamos estas enseñanzas claramente y disciplinamos a nuestros hijos.  El problema se presenta cuando hacemos equivaler el dar nalgadas con disciplinar. La disciplina bíblica involucra mucho más que dar nalgadas.

A menudo olvidamos el contexto en el cual debe aplicarse la parte física de la disciplina. Es intangible y fácil de pasar por alto. Considera estos proverbios:

Panal de miel son los dichos suaves; suavidad al alma y medicina para los huesos. Proverbios 16:24

El corazón alegre constituye buen remedio; mas el espíritu triste seca los huesos. Proverbios 17:22

Dios usa palabras que acompañan a las nalgadas para restaurar a nuestros hijos. Están ahí para ser dulces. Están ahí para traer salud. Están ahí para restaurar un corazón gozoso en nuestros hijos.

Con demasiada facilidad, olvidamos comunicar este tipo de amor a nuestros hijos durante la disciplina. La vara de la disciplina aplicada sin amor no es otra cosa que una golpiza. En lugar de eso, el proceso bíblico de disciplinar a un niño está diseñado para expulsar la necedad del corazón. Esta conexión entre el dolor experimentado en la disciplina y la remoción de la necedad no es científica;es espiritual. Tenemos que recordar que aquí estamos tratando con los corazones y los espíritus de nuestros hijos, no solo con sus traseros.

¿Cómo puede un niño subir las escaleras llorando y bajar de vuelta saltando de alegría? Él llora porque sabe que lo que va a recibir es desagradable. Él vuelve contento porque lo que ha recibido es amoroso.

La meta de la disciplina

¿Has considerado alguna vez lo que quieres conseguir al disciplinar a un niño? Normalmente un padre quiere entrenar a sus hijos para que le obedezcan. O un padre quiere evitar que lo avergüencen en una tienda, en un restaurante o en la iglesia. Él quiere el respeto de sus hijos. Estos son buenos deseos, pero son metas secundarias. Sin embargo, tenemos que considerar una meta primaria más clara y más profunda para la disciplina.

Cuando mi hijo requiere disciplina, tengo esta meta en mente: ver la disciplina como una oportunidad determinada por Dios para guiar a mis hijos a las Buenas Nuevas que salvan a la humanidad.

Justo la semana pasada, terminé de leer un libro a mis hijos sobre un niño que se enamora de Jesús. Él le escribió a su padre, un activista ateo, sobre su conversión. Entre sus palabras estaban estas: “Padre, tengo buenas noticias. ¿Eres un pecador? Espero que lo seas porque Jesús vino a salvar a los pecadores”.

Nuestros niños son pecadores. Nosotros también. Pero tal como el niño de arriba, la misma verdad que entristece el corazón puede producir la felicidad espiritual. Sí, somos pecadores, pero “Jesús vino a salvar a los pecadores”. Escondida dentro de esta verdad, hay una gran oportunidad de esperanza en la disciplina.

A menudo el tono y la expresión facial de un padre comunican desesperanza a los niños durante la disciplina. Actúan como si no hubiese ninguna esperanza real de que los hijos entiendan cómo portarse bien. Pero a la luz de la realidad y del propósito de la cruz, esto es una tontería. En Cristo, tus hijos pueden morir a su pecado y vivir en rectitud (1 Pedro 2:24). En Cristo, ya no necesitan ser esclavos de su pecado (Romanos 6:17-18). En Cristo, la realidad de la cruz puede hacerse vida en sus vidas. Esto es profundo. Esto es increíble. Esto es el evangelio.

Recuerda estas palabras de Proverbios 16:24: “Panal de miel son los dichos suaves; suavidad al alma y medicina para los huesos”. Luego de la incomodidad de la disciplina, cuán dulce sería para el alma de tus hijos recibir las palabras de gracia que los lleven a caminar en la esperanza del evangelio. Estas palabras traerán salud a su cuerpo, a su relación entre ellos y a su relación con Dios.

No te sientas culpable de olvidar la parte “olvidada” de la disciplina. Usa en toda ocasión palabras de restauración y gracia, y observa cómo Dios bendice con frutos la vida de tus hijos.

Cómo lo hacemos

Cuando esta perspectiva es nueva para la gente, a menudo quieren saber cómo se ve en acción. También quieren saber si realmente funciona. Permíteme guiarte a través de cómo se ve esto en mi familia. En la tuya puede que se vea algo distinto, pero verás los elementos que son necesarios.

  1. Encontramos un lugar privado. Cuando mis hijos pecan o desobedecen, yo necesito aplicarles disciplina. La mejor forma de hacerlo es en privado. Esto les permite mantener su dignidad y evita que se sientan humillados en frente de otros. (La única vez que vamos en contra de este principio es cuando los niños son muy chicos. Con un niño menor de 2 años y medio a 3 años de edad, a menudo los llevamos a disciplina lo más pronto al hecho, como sea posible.) Para hacerlo, les pedimos a nuestros niños que vayan a un lugar cerrado, lo más probable es a su habitación.
  2. Confirmamos la razón de la disciplina. Una vez en el segundo piso, les pregunto si saben por qué están siendo disciplinados. Esto es importante. Si un niño recibe disciplina pero no está seguro del por qué, se pierde todo el propósito de la disciplina. Si no saben por qué, entonces yo les ayudo a entender, pero generalmente, incluso los más pequeños, ya saben exactamente lo que sucedió.
  3. Aplicamos la “vara”. A fin de mantener esta porción de la disciplina dentro de los parámetros bíblicos, debemos considerar algunos elementos esenciales.

Primero tenemos que elegir el objeto a usar. Diferentes padres utilizan diferentes objetos como su “vara” de disciplina. No existe el objeto “correcto”. Nos aseguramos de que éste cause el efecto deseado pero que no dañe al niño.

Segundo, el lugar en sus cuerpos es clave. Siempre usamos una parte bien carnosa de sus cuerpos, mayormente su trasero. Cuando llevan puesta ropa más pesada como jeans, podemos emplear la parte trasera de un muslo, que también es una parte muy carnosa. Al restringir la nalgada exclusivamente en áreas carnosas, no hay un efecto duradero… solo el ardor inmediato que desaparece instantáneamente.

Tercero, es la proporción de la disciplina. El número de nalgadas que reciben está ligado en parte a la seriedad del pecado. No me refiero a la seriedad de la acción. Tirar comida en la mesa es desobediencia. También lo es un desafiante “¡NO!” El pecado raíz es la desobediencia y el número de nalgadas es el mismo por ambas faltas. Pero darle un puñetazo a un hermano en el ojo recibe más disciplina a causa del peligro al que significó para la familia. Eso fue más serio.

  1. Los consolamos en su desconsuelo. Una vez que terminamos de darles nalgadas, generalmente están desconsolados. A menudo sobo la parte que fue golpeada y siempre los abrazo. Dios nos consuela en nuestra aflicción, y así debemos hacerlo con nuestros hijos. Este siempre es un tiempo en silencio (excepto por el llanto). No quiero que me prediquen cuando estoy sufriendo dolor, así es que no le hago eso a mis hijos.
  2. Instruimos. Antes de golpearlos, sus corazones estaban endurecidos y sus mentes estaban preocupadas. Ahora, después de ser golpeados, están más flexibles y son más capaces de escuchar. Aquí es donde tratamos de restaurarlos con nuestras palabras. Tratamos de construir amor y aceptación dentro de ellos.
  3. Oramos por ellos. Siempre damos gracias a Dios por ellos y le pedimos que les ayude con el poder de Su Espíritu en el área de su pecado. Tratamos de evitar, lo mejor que podamos, la tentación de predicarles a través de nuestra oración.
  4. Los hacemos orar. Ellos no sólo pecaron contra nosotros (o un hermano), sino que también pecaron contra Dios. Entonces, cuando oran, reconocen su pecado ante Dios y le piden Su perdón y Su ayuda en el futuro.
  5. Los amamos. Antes de dejarlos ir, los abrazamos. Nuevamente les decimos que los amamos. A veces jugamos con la nariz del niño, besamos su mejilla o le hacemos cosquillas en la barriga. Siempre tratamos de hacer algo que les recuerde que todo está bien y que su pecado ha sido alejado de ellos.
  6. Hacemos que busquen a las personas involucradas. Este paso final consiste en buscar el perdón de aquellos contra quienes pecaron. Esto invariablemente comienza con nosotros, dado que contra nuestra autoridad es contra lo que se rebelaron. Esto no debe ser un rápido y liviano “lo siento”. Eso no es buscar el perdón. Puede variar, pero siempre debe incluir una pregunta como: “¿Me puedes perdonar por…?”.

La disciplina se puede presentar en forma distinta en cada familia. Sin embargo, espero que esta mirada a lo hacemos en nuestra familia haya sido útil para tu consideración sobre cómo podrían llevar a cabo la parte olvidada de la disciplina con tus niños.

Al final, el “cómo” no es tan importante como el ambiente de amor que creas para tus hijos. Toma algún tiempo y evalúa tu corazón al considerar la disciplina en tu familia. Corrige cualquier cosa que falle en rescatarlos de su pecado y restaurarlos para una relación correcta contigo y con Dios.


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Nota adicional: El propósito de este artículo es animar a los padres a restaurar intencionalmente los corazones de sus hijos por medio de sus palabras. El artículo no pretende dar una visión comprehensiva de la disciplina. Sin embargo, hay que señalar que la disciplina en general, y las nalgadas en particular, nunca deben ocurrir cuando los padres están enojados. Hay demasiado en juego como para permitir que la ira arrase con la situación. Cuando estés enojado, sugiero que tomes unos 10 o 20 minutos para calmarte y orar. Si es necesario, deja pasar la oportunidad de disciplinar en vez de proceder con ira. No puedes lograr los propósitos de Dios para la disciplina si estás pecando contra tus hijos con tu ira.

“Mis niños me están volviendo loca”, me dijo una joven madre de niños pequeños. “Mis métodos disciplinarios no parecen funcionar. Mis niños son tan obstinados. Estoy frustrada. Ellos están frustrados. Algunos días, ¡ni siquiera me gustan mis niños!”

Estas son emociones honestas de una madre muy normal. Todos nos hemos sentido de esta manera en muchos momentos; particularmente en los años de párvulo. Luego de haber criado cinco niños de carácter fuerte hasta su adultez, y viéndolos ahora cómo crían a sus propios hijos, he aprendido unas pocas cosas que espero que te animen.

  1. Los esposos necesitan estar de acuerdo en su filosofía de disciplina, de otro modo van a confundir al niño y el niño aprenderá (especialmente más tarde) cómo poner a un padre en contra del otro.
  2. La disciplina debe ser inmediata (especialmente con los más chicos), tiene que doler (debe doler o no significará nada) y debe terminar rápidamente (dale un abrazo a tu niño después de que haya terminado el castigo y dile que lo/la amas).
  3. Debe ser consistente. Esto puede ser lo más difícil, pero la lección más profunda que estás comunicando a tu hijo es que eres confiable. Él puede contar contigo. Lo que dices lo dices en serio. Esto les da seguridad. Tiene que saber que tú estás en control y no él.
  4. No negocies en exceso con niños pequeños. Explica claramente las acciones y las consecuencias. No vaciles. No amenaces ni digas lo mismo una y otra vez. No necesitan una clarificación; necesitan acción. De otro modo te van a manipular: “Puedo salir de esto; él/ella realmente no me va a castigar”. Lo que quiere decir: “Yo soy el jefe, mis padres no mandan aquí”. Esto crea inseguridad en los niños.
  5. Usa la palabra “obedecer”. Le ayudará a tu niño a saber que hablas en serio. Puedes decir, “Si no obedeces ahora, tendré que disciplinarte”. Y luego si no hace lo que le estás pidiendo, procede inmediatamente con el castigo. Recuerda, tu hijo está aprendiendo que eres consistente. Con los niños pequeños, puedes tratar de desviar su atención para evitar el conflicto al máximo, pero llegará un momento en que la distracción no funcionará y el niño tendrá que obedecer de inmediato solo porque tú lo dices. (No hay tiempo para el desvío cuando tu niño sale corriendo a la calle. Tiene que haber aprendido a obedecer inmediatamente, para que cuando le digas “detente”, se detenga.)
  6. Determina las consecuencias específicas de la desobediencia. Explícale al niño el plan establecido lo mejor que puedas. Aplícalo. Cada vez que instituyas un nuevo plan, piensa que tendrás que aplicarlo por lo menos tres veces antes de que tu hijo crea lo que dices y se dé cuenta de que el castigo realmente vendrá. Asegúrate de que todos los que lo cuidan a los niños estén en a bordo con el plan.
  7. Toma acciones cuando tú niño se porta mal en público. Los niños son astutos. Aprenden que pueden salirse con las suyas cuando están en lugares públicos, en el supermercado, etc. Si desobedecen, llévalos de inmediato a un lugar privado y disciplínalos . El principio que estás enseñando es “el comportamiento correcto es el mismo no importa donde esté o con quién esté”.
  8. Distingue entre lloriqueos y desobediencia intencional. Mientras que la desobediencia requiere consecuencias inmediatas, los niños que lloran generalmente están agotados y necesitan ir a su habitación a jugar a solas. Por lo general, se quedan dormidos o simplemente necesitan un poco de soledad. No es un castigo; es tiempo a solas. Como mamás, ¡nos encantaría que nos enviaran a nuestras habitaciones!
  9. Ten en mente el objetivo de la disciplina. Queremos enseñarle a nuestros niños a obedecernos; somos sus padres terrenales cuyas voces ellos oyen decir: “te amo”, y cuyos brazos ellos sienten que los abrazan. Enséñales a obedecer porque a medida que crecen, serán destetados de nosotros, sus padres terrenales a quienes pueden escuchar y sentir, y deberán obedecer a un Padre celestial cuya voz tal vez no escuchen de manera audible y cuyos brazos sentirán principalmente a través del cuerpo de Cristo. Pero recuerda que este Padre los ama incluso más que nosotros. ¿Cómo podemos esperar que deseen obedecerlo a Él, si no les hemos enseñado a obedecernos?
  10. Mantén una perspectiva de largo plazo. Esperamos que nuestros hijos “lo entiendan” después de unos días, semanas o meses, pero a veces esto toma años. Sí, años. ¡Por eso el entrenamiento es agotador! Pero también es por eso que Dios nos da más tiempo. Recuerda que estás construyendo para el futuro y Dios es paciente.

Los sentimientos de fracaso y frustración son normales. Ninguna mamá siente experta en la disciplina. Tan pronto como se sienta experta, un niño le dará la vuelta a sus planes.


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El diseño de Dios para la familia comienza con el matrimonio estableciendo el fundamento del hogar. Pero las familias reconstituidas o ensambladas están en desventaja.

¿Por qué? Porque en el comienzo de una familia reconstituida, las parejas casadas tienen dificultades en establecer su relación como el fundamento.

Después de todo, las relaciones entre padres e hijos son anteriores al nuevo matrimonio y están enlazadas por sangre, historia e identidad familiar. Cuando un esposo y una esposa traen hijos a su nuevo matrimonio, suelen hallar que su matrimonio es la relación secundaria. Y a menos que encuentren una forma de hacer que su matrimonio sea primario, experimentarán disconformidad e inestabilidad en el hogar.

“Espera un minuto”, podrías estar pensando. “¿Quieres decir que tengo que poner a mi cónyuge antes que a mis hijos? Entiendo tu punto de vista, pero mis hijos son mi carne y hueso ”. Comentarios como estos me recuerdan al padrastro que se quejó de que después de dos años de matrimonio, a él todavía le tocaba el asiento trasero del automóvil mientras que los hijos de su esposa se turnaban en el asiento delantero.

El proceso de establecer a la pareja como la relación fundamental del hogar puede sentirse como una situación ganar-perder para los padres y los hijos biológicos: el matrimonio gana, los hijos pierden. Pero este no es el caso. Es una cuestión de fundamento. No es que el cónyuge importe más que los hijos sino que una sólida relación matrimonial contribuye de forma más significativa a la estabilidad del hogar que cualquier otro factor, inclusive los hijos.

Tus hijos nunca sufrirán descuido porque establezcas un fuerte compromiso con tu nuevo cónyuge. No tienes que escoger entre tu cónyuge y tus hijos; cuando haces de tu matrimonio la prioridad más importante, en verdad escoges ambos. Situar a tu cónyuge en el «asiento delantero» de tu corazón es bueno para tus hijos, también. De hecho, un matrimonio saludable implica seguridad y protección para los hijos.

Barreras a superar

Manejar esta dinámica en una familia ensamblada es más fácil decirlo que hacerlo. Una barrera común es la culpa paralizante: “No puedo hacerle eso a mis hijos. No quiero que piensen que amo a mi cónyuge más que a ellos “.

Los niños sufren significativamente cuando un padre muere o sus padres se divorcian; cuando te sientes culpable por lo que sucedió, es fácil sentir demasiada pena por tus hijos. Podrías estar tratando de protegerlos del estrés o de sentirse no amados. A veces loas padres se quedan paralizados por estos sentimientos de culpa y existe una gran tentación de mimar a los hijos o alinearse con ellos en contra su cónyuge.

Desafortunadamente, esto impide al niño a superar su tristeza (¿por qué dejaría de llorar cuando hay recompensa por hacerlo?) Y roba la autoridad de su cónyuge con el niño. Los padres no pueden permitir que sus sentimientos de culpa los mantenga paralizados.

Una segunda barrera común es negarse a correr riesgos. Cuando un esposo y una esposa hacen lo necesario para colocar al matrimonio en su lugar prioritario, deben estar dispuestos a sobrellevar las reacciones de sus hijos. Los niños a veces amenazan con pasar más tiempo en el otro hogar, o se enojan por los cambios en el hogar, o se cierran a una relación con los padrastros como en un intento de disuadir a sus padres de invertir apropiadamente en el matrimonio.

Otra barrera para establecer un nuevo matrimonio sólido es competir por la atención y el afecto. Puede sentirse resentido si su cónyuge parece distanciarlo de sus hijos, y viceversa. Los padrastros que repetidamente convierten las circunstancias cotidianas en una decisión de “yo o ellos” empujan inadvertidamente a su cónyuge hacia una postura defensiva en apoyo de sus hijos. Esto solo produce problemas.

¿Cómo pueden las parejas establecer sus relaciones como el fundamento del hogar cuando los hijos preceden su boda? He aquí algunos consejos prácticos:

  1. Establecer una cita regular para ustedes dos y mantenerla. Priorizar tiempo mutuo ayuda a que tus hijos consideren la importancia que le asignas a tu relación matrimonial.
  2. Esforzarse por confiar en el corazón de tu cónyuge. Suponer que tu cónyuge tiene buena voluntad hacia tus hijos aun si se quejan. Esfuérzate por dar a tu cónyuge igual participación en las decisiones de crianza; sean un equipo.
  3. Respaldar a tu cónyuge frente a tus hijos. Respalda las decisiones de tu cónyuge e insiste que todos los hijos en la familia respeten esas decisiones.
  4. Afirmar tu compromiso «en voz alta». Expresarse verbalmente el amor mutuo frente a los hijos, abrazarse a plena vista y hablar sobre el futuro juntos refuerza la permanencia del matrimonio.
  5. Pasar tiempo personal con tus hijos biológicos y seguir involucrado en sus actividades. Esto refuerza el hecho de que ellos no te han «perdido» y paradójicamente facilita su aceptación de tu matrimonio.
  6. Insistir en «voz audible» que tu cónyuge pase tiempo especial con sus hijos biológicos. Esto comunica que no estás en competencia con ellos.
  7. No permitir que los hijos los manipulen por medio de la culpa. Es natural que los hijos muestren estrés o ansiedad mientras «trasladas a tu cónyuge al asiento delantero de tu corazón». Sé comprensivo pero no dejes que te manipulen. ¡Sólo porque los hijos te ofrezcan un boleto para realizar un «viaje de culpa» no significa que tengas que emprender el viaje!
  8. Cuando los hijos desafían el papel del padrastro, responde con firmeza y compasión. «Estás cambiando la regla porque ella o él quiere que lo hagas», es una queja común. Reconoce la confusión del hijo y sigue adelante. «Tienes razón. Las cosas son distintas ahora que Linda y yo los criamos juntos. Sabes, si yo fuera tú, también estaría molesto. Pero esta es la nueva regla y estoy de acuerdo con ello, de modo que por favor cúmplela. Vamos».

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Article Source Weblink: http://www.familylife.com/articles/topics/blended-family/remarriage/staying-married/placing-your-spouse-in-the-front-seat-of-your-heart

El apego emocional, la confianza y el amor son lo que abre la puerta a la influencia en la crianza de los hijos. Una vez establecido, un adulto (padre de acogida, abuelo, padre adoptivo o padrastro) puede dirigir y disciplinar a un niño. Dicho de otra manera, el viejo adagio es cierto: las reglas sin relación conducen a la rebelión. Los padrastros sabios entienden esto, y hacen crecer la relación para hacer crecer su autoridad.

La autoridad puede existir sin una relación de unidad, pero tiene sus límites. Un oficial de policía puede detenerte, un jefe o un entrenador puede decirte qué hacer, y un maestro puede decirle a un alumno las reglas del aula, pero ninguna de estas autoridades obtiene obediencia por amor o admiración profunda.

Hasta que los padrastros establezcan una relación de amor con el niño, solo son autoridades externas que imponen límites. Por eso es muy importante en los comienzos de una familia reconstituida que los padrastros reconozcan estos límites y tomen prestado el poder del padre biológico. Si sobrepasan los límites de su papel, pueden terminar saboteando las relaciones en desarrollo y cualquier autoridad que hayan obtenido junto con estas. Por lo tanto, para los nuevos padrastros, la pregunta es: ¿cómo se establecen como figuras de autoridad mientras esperan que se consolide la relación?

 

Préstamo de poder

Piensa en las niñeras. En su primera visita a un hogar, no tienen ninguna autoridad relacional con los niños. Los niños no las conocen, no les gustan y no las necesitan. (Padrastros, tomen nota.) Pero si los niños y la niñera pasan muchas noches juntos, pueden formar un vínculo de relación significativo con el tiempo. Mientras tanto, mientras las niñeras esperan que se desarrolle una relación, ¿cómo manejan a los niños? Respuesta: tomando prestado el poder.

Las niñeras pueden disciplinar a los niños, quitarles privilegios y ordenarles que se vayan a la cama porque los padres del niño le han traspasado el poder a la niñera. El discurso “ella está a cargo mientras estamos fuera” suele ser bastante efectivo. Esto le permite a la niñera establecer límites e imponer consecuencias que finalmente descansan en la autoridad de los padres. Sin embargo, si el padre biológico no está dispuesto o no puede ser dueño de estos límites, habrá caos.

Ser padrastros sigue un proceso similar. Inicialmente, los padrastros funcionan como extensiones del padre biológico. Pueden imponer consecuencias, establecer límites y decir “no”, pero lo hacen sabiendo a cabalidad que no lo hacen bajo su propia autoridad. Viven del poder prestado hasta el momento en que su relación de amor con el niño madura y se abre la puerta para más influencia y más autoridad.

 

Lo que deben hacer o no hacer los padrastros en cuanto a disciplina.

En el mejor de los casos, la nueva autoridad del padrastro es frágil y se puede perder fácilmente. Es por eso que estos principios deben ser una prioridad.

  • Asegúrate de que el padre biológico te respalde. Los padres biológicos deben comunicar a sus hijos una expectativa de obediencia al padrastro y estar dispuestos a respaldar las acciones del padrastro. Cuando ocurran desacuerdos, resuélvanlos en privado.
  • Esfuércense por la unidad en la crianza de los hijos. Conversen sus expectativas de conducta, los límites, las consecuencias y los valores (lean las reglas de unidad parental). Alineen sus filosofías sobre la crianza de los hijos.
  • No seas duro o no castigues de una manera que sea inconsistente con el padre biológico.
  • Céntrense en la construcción de relaciones. Esta es tu fortaleza a largo plazo.
  • No cambies unilateralmente las reglas ni intentes compensar los errores o fallas parentales anteriores.
  • Escucha al niño. Si te reciben antes de lo esperado, no mires atrás. Utiliza la autoridad relacional que te ofrecieron.
  • No te impacientes. A menudo lleva años vincular y desarrollar una relación de amor y confianza con los niños. Sé persistente en vincularse con ellos.
  • ¡Comunícate mucho con el padre biológico! Si hay incertidumbre, encuentren la unidad parental antes de involucrar a los niños.

 

Tomando acción

Consejos para los padrastros en construir relaciones:

* ¡Juega! Divertirse es una excelente manera de conectarse. Haz algo divertido.

* Ocúpate de sus intereses. Averigua en qué actividades participa el niño e ingresa a ese mundo. Llévalos a los ensayos, pregúntales sobre la actividad, entérate de su mundo.

* Interésate en los intereses del niño.

* Comparte tus talentos, habilidades y pasatiempos.

* Comunica tu compromiso. Deja que los niños sepan que valoras y deseas una relación con ellos. Esto les ayudará a conocer tu corazón.

* Comparte al Señor y tu caminar espiritual. La espiritualidad compartida puede facilitar la conexión y un sentido de identidad familiar. Pero no les prediques. En cambio, comparte con humildad tu peregrinaje de fe para que encuentren seguridad en tu persona.

Pastores:

Ser padrastro es un acto de equilibrio muy delicado. Saber cuándo intervenir o dar libertad es un desafío; los errores a menudo contraponen a los padres biológicos con los padrastros. Cuanto más al tanto estés de las dinámicas de la familia reconstituida, estarás mejor preparado para ayudar a las parejas a estar en la misma página y unificar a su familia. Un buen comienzo sería leer “Los tuyos, los míos y nosotros”.


© 2012 por Ron L. Deal. Todos los derechos reservados.

La mayoría de las personas se sorprenden al saber que las familias adultas ensambladas (aquellas que se forman en la segunda mitad de la vida e incluyen hijastros adultos) tienen tantas transiciones como las familias ensambladas con niños más pequeños. Algunos de los problemas de transición son diferentes, pero muchos son iguales.

Lorain escribió preguntando cómo podría fortalecer su relación con sus hijastros de 19, 24 y 26 años. “Tenía 49 años cuando me casé por primera vez; mi esposo tenía 55 años. Su primera esposa murió un par de años antes de que nos conociéramos. Mi esposo mantuvo a sus hijos al día sobre nuestra relación y las cosas fueron bastante civilizadas hasta que nos casamos. Su hija mayor lloró en voz alta durante toda la ceremonia de la boda. Unos meses después, uno de los niños preguntó cómo estaba estructurado el testamento de mi esposo, dando a entender que yo no debería obtener nada. A partir de ahí, las cosas han seguido yendo cuesta abajo en forma acelerada.”

La experiencia de Lorain no es infrecuente, ni su suposición idealista de que los niños adultos en familias de adultos no se verán afectados por la dinámica de pérdida y lealtad. Afortunadamente, los hijos adultos y los padrastros no tienen las mismas luchas de poder que experimentan las familias reconstituidas más jóvenes. Eso se debe a que el padrastro o la madrastra no está obligando a los niños a recoger sus calcetines o elegir mejores amigos.

Pero los hijastros adultos y los padrastros mayores todavía tienen muchas complicaciones emocionales que resolver. A menudo se sienten amenazados el uno por el otro y sobre cómo el nuevo matrimonio afectará las relaciones familiares. Lograr la paz requiere esfuerzo de ambos lados.

La nueva pareja

Cuando el hijo de 35 años de Daniel le dijo que “sólo quería que fuera feliz”, el viudo asumió que su hijo le estaba dando permiso para volverse a casar. No era así. Lo que el hijo quiso decir fue: “Espero que la memoria de mamá te mantenga feliz”. Daniel asumió que tenía la bendición de su hijo y se casó. La pérdida de contacto con su hijo lo alertó del problema que tenía a la mano.

Como padre mayor y padrastro, debes darte cuenta de que los hijastros adultos, a pesar de su edad, con frecuencia se sienten:

  • Temerosos de ser abandonados o aislados del único progenitor que les queda. Desafortunadamente, ya han experimentado el duelo en una forma muy real y tu matrimonio puede renovar o intensificar esta tristeza.
  • Leales a su familia original. Mantener una fuerte identidad familiar es importante para los hijos adultos. Aceptar a un padrastro/madrastra significa que los lazos familiares establecidos, las fiestas y celebraciones familiares especiales deben flexibilizarse para dejar espacio a los recién llegados. Esto no es fácil y, francamente, duele. Por favor, no lo tomes como algo personal, no se trata realmente de ti. Se trata de un hogar que ya no se siente propio.
  • Desleales hacia el padre divorciado o fallecido y culpables de dejar entrar al padrastro/madrastra.
  • Celosos y reemplazados por la nueva pareja de su padre/madre. Puede que hayan sido la “niña de los ojos de su padre/madre”, pero ahora el padrastro/madrastra tiene la llave del corazón del padre/la madre (así como su tiempo y su energía).
  • Preocupados por las finanzas familiares. Las complicaciones financieras son comunes y deben abordarse. Los hijastros adultos tienen derecho a saber cómo se administrará la herencia de su familia (esto no es “avaricia”), y tú debes ser proactivo al abordar estos asuntos con ellos para que sus temores se puedan sanar.
  • Resentidos de que sus hijos (tus nietos) no reciban tanto tiempo y energía de ti como se esperaba. Si uno de los padres de un hijo adulto ha muerto, es común que el hijo adulto invierta mucho en querer que sus hijos pasen tiempo con el abuelo restante. Tu matrimonio es una amenaza para esto, y crea otra pérdida para todos.

Como nueva pareja, ustedes deben tener paciencia y comprensión para con estas emociones fuertes. No te ofendas por ellos. Cuando te enfrentes con respuestas difíciles de niños adultos, asume una posición humilde y escucha sus temores y preocupaciones. Acéptalos donde están y trata de responder a sus necesidades de información (especialmente sobre asuntos financieros), contacto emocional y tiempo mientras se adaptan a otra transición familiar que no buscaron.

Hijastros adultos

Es importante comenzar por reconocer tus propias emociones profundas acerca del nuevo matrimonio de tu padre/madre. Los sentimientos mencionados anteriormente son muy comunes; Si no te responsabilizas y tomas cargo de ellos, pueden llevarte a apartarte, a la crítica o a un comportamiento hiriente.

Sin lugar a dudas, el nuevo matrimonio de un padre se propaga a través de las generaciones de su familia. Podría tomarte mucho tiempo abrir tu corazón a un padrastro y su familia extendida. No te sientas obligado a sentir amor por ellos, sino que esfuérzate por actuar de manera amorosa. Resiste el impulso de apartarte con ira o juzgando.

Finalmente, asegúrate de reconocer que tus padres tienen necesidades y deseos legítimos que incluyen buscar el cortejo o una pareja matrimonial. Hacerlo no disminuye la importancia de tu otro padre, su historial familiar o su relación contigo.  

Animo encarecidamente tanto a los hijastros adultos como a la nueva pareja a que se eduquen sobre la vida en una familia reconstituida. Hay un laberinto de transiciones emocionales y prácticas para enfrentar que requiere de la comprensión y el esfuerzo de ambas generaciones. Pero puede hacerse. Eso es lo hermoso del amor: ¡siempre hay espacio para uno más!


© 2009 por Ron Deal. Todos los derechos reservados. Usado con permiso.