Cada pareja tiene que lidiar con problemas en el matrimonio: problemas de comunicación, problemas financieros, dificultades con la intimidad sexual y más. Es importante aprender cómo manejar estos problemas, de modo que pueda cultivar una relación fuerte y amorosa.

El gran problema

Existe un problema básico en el corazón de cada otro problema en el matrimonio, y es demasiado grande como para que cualquier persona pueda solucionarlo por sí misma. El problema es la separación de Dios. Si usted desea experimentar la vida y el matrimonio como Dios los diseñó, usted necesita una relación vital con el Dios que le creó.

Pero el pecado nos separa de Dios. Algunos tratan de lidiar con el pecado trabajando mucho para convertirse en mejores personas. Puede que lean libros sobre cómo controlar la ira, o pueden decidir dejar de hacer trampa con sus impuestos, pero en sus corazones saben, todos sabemos, que el problema del pecado va mucho más profundo que los malos hábitos y se necesitará mucho más que nuestro mejor comportamiento para superarlo. En realidad, nos hemos rebelado en contra de Dios. Lo hemos ignorado y hemos decidido llevar a cabo nuestras vidas de una manera que nos cause sentido a nosotros, pensando que nuestras ideas y planes son mejores que los de Él.

“Pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios” (Romanos 3:23).

¿Qué significa “estar  privados de la gloria de Dios”? Significa que ninguno de nosotros ha confiado y atesorado a Dios como deberíamos. Hemos buscado satisfacernos a nosotros mismos con otras cosas y las hemos tratado como si fueran más valiosas que Dios. Hemos ido por nuestro propio camino. Según la Biblia, debemos pagar un precio por nuestro pecado. No podemos simplemente hacer las cosas como elegimos y esperar que todo esté bien con Dios. Seguir nuestros propios planes nos lleva a nuestra destrucción.

“Pierden el camino los que maquinan el mal, pero hallan amor y verdad los que hacen el bien” (Proverbios 14:12).

“Porque la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23).

La paga del pecado es que estamos separados del amor de Dios. Dios es santo y nosotros somos pecadores. Sin importar cuánto nos esforcemos, no podemos idear algún plan, como vivir bien o incluso tratar de hacer lo que la Biblia dice, y esperar que podamos evitar el precio.

La solución de Dios al pecado

Afortunadamente, Dios tiene una manera para resolver nuestro dilema. Él se hizo hombre a través de la persona de Jesucristo. Jesús vivió una vida santa en perfecta obediencia al plan de Dios. También murió voluntariamente en una cruz para pagar el precio por nuestros pecados. Entonces probó que Él es más poderoso que el pecado y que la muerte cuando resucitó de entre los muertos. Sólo Él tiene el poder de desautorizar la paga por nuestro pecado.

“Yo soy el camino, la verdad y la vida —le contestó Jesús—. Nadie llega al Padre sino por mí” (Juan 14:6).

“Pero Dios demuestra su amor por nosotros en esto: en que cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8).

“Porque la paga del pecado es muerte, mientras que la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor” (Romanos 6:23).

La muerte y resurrección de Jesús arreglaron nuestro problema del pecado. Él es el puente sobre el abismo entre Dios y nosotros. Él nos está llamando a que nos acerquemos a Él y le entreguemos nuestros planes falibles para llevar a cabo nuestras vidas. Él desea que confiemos en Dios y en Su plan.

Aceptar la solución de Dios

Si usted reconoce que está separado de Dios, Él le está llamando para que confiese sus pecados. Todos nosotros hemos hecho un desorden de nuestras vidas porque hemos preferido tercamente nuestras ideas y planes antes que los Suyos. Como resultado, merecemos ser desechados del amor de Dios y de Su cuidado por nosotros. Pero Dios prometió que si reconocemos que nos hemos rebelado contra su plan, Él nos perdonará y arreglará nuestro problema de pecado.

“Mas a cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios” (Juan 1:12).

“Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras, para que nadie se jacte” (Efesios 2:8–9).

Cuando la Biblia habla sobre recibir a Cristo, significa que reconocemos que somos pecadores y que no podemos arreglar el problema por nosotros mismos. Eso significa que nos alejamos de nuestro pecado, y significa que confiamos en Cristo para que nos perdone nuestros pecados y nos convierta en la clase de personas que Él desea que seamos. No es suficiente creer intelectualmente que Cristo es el Hijo de Dios. Debemos confiar en Él y en Su plan para nuestras vidas por fe, como un acto de la voluntad.

¿Están bien las cosas entre usted  y Dios, con Él y Su plan como el centro de su vida? ¿O está su vida girando fuera de control mientras busca hacer las cosas a su manera?

Si ha estado tratando de hacer las cosas a su manera, hoy puede decidir cambiar. Usted puede volverse a Cristo y permitir que Él transforme su vida. Todo lo que necesita hacer es hablar con Él y decirle lo que está en su mente y en su corazón. Si nunca ha hecho esto, considere tomar los pasos que enumeramos a continuación:

¿Está de acuerdo en que necesita a Dios? Dígaselo.

¿Ha hecho un desorden de su vida por seguir su propio plan? Dígaselo a Dios.

¿Desea que Dios le perdone? Dígaselo.

¿Cree que la muerte de Jesucristo en la cruz y su resurrección de los muertos le dieron el poder para arreglar su problema con el pecado y para concederle el regalo gratuito de la vida eterna? Dígaselo a Dios.

¿Está listo para reconocer que el plan de Dios para su vida es mejor que cualquier plan que usted  podría  idear? Dígaselo.

¿Está de acuerdo en que Dios tiene el derecho de ser el Señor y Amo de su vida? Dígaselo.

“Busquen al Señor mientras se deje encontrar,

llámenlo mientras esté cercano” (Isaías 55:6).

A continuación encontrará una oración sugerida:

Señor Jesús, te necesito. Gracias por morir en la cruz por mis pecados. Te recibo como mi Señor y Salvador. Gracias por perdonar mis pecados y darme la vida eterna. Hazme la clase de persona que quieres que yo sea.

La vida cristiana

Para la persona que  sigue a Cristo, un cristiano, el precio por el pecado ha sido pagado por completo. Pero el efecto del pecado continúa durante toda nuestra vida.

“Si afirmamos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y no tenemos la verdad” (1 Juan 1:8).

“De hecho, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero” (Romanos 7:19).

Los efectos del pecado se hacen sentir también en nuestros matrimonios. Incluso los cristianos luchan para mantener matrimonios sólidos que honren a Dios. La mayoría de las parejas eventualmente se dan cuenta que no pueden hacerlo por sí mismas. Pero con la ayuda de Dios, pueden tener éxito.

Cristianos egocéntricos

Muchos cristianos luchan para vivir la vida cristiana en sus propias fuerzas porque no permiten que Dios controle sus vidas. Sus intereses son dirigidos hacia sí mismos, lo que a menudo resulta en fracaso y frustración

“Yo, hermanos, no pude dirigirme a ustedes como a espirituales sino como a inmaduros, apenas niños en Cristo. Les di leche porque no podían asimilar alimento sólido, ni pueden todavía,  pues aún son inmaduros. Mientras haya entre ustedes celos y contiendas, ¿no serán inmaduros? ¿Acaso no se están comportando según criterios meramente humanos?” (1 Corintios 3:1-3).

Los cristianos egocéntricos no pueden experimentar la vida cristiana abundante y fructífera porque están confiando en sus propios esfuerzos. Están mal informados o han olvidado el amor, perdón y poder de Dios. Esta clase de Cristiano:

  • tiene una experiencia espiritual llena de altibajos;
  • no puede comprenderse a sí mismo; quiere hacer lo correcto pero no puede hacerlo;
  • no tiene la capacidad para depender del poder del Espíritu Santo para vivir la vida cristiana.

Algunos de los siguientes rasgos pueden caracterizar al cristiano que no confía en Dios completamente:

  • Desobediencia
  • Falta de amor a Dios y a las personas
  • Una vida de oración inconsistente
  • Falta de deseo de estudiar la Biblia
  • Actitud legalista
    • Pensamientos impuros
    • Envidia
    • Preocupación
    • Desaliento, frustración
    • Naturaleza crítica
    • Falta de propósito

Nota: La persona que profesa ser cristiana pero continúa practicando el pecado debería darse cuenta de que a lo mejor ni siquiera se ha convertido al cristianismo en realidad, según 1 Juan 2:3; 3:6, 9; Efesios 5:5.

Cristianos centrados en el Espíritu

Cuando un cristiano pone a Cristo en el trono de su vida, se rinde al control de Dios. Los intereses de este cristiano son dirigidos por el Espíritu Santo, lo que resulta en armonía con el plan de Dios.

“En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. No hay ley que condene estas cosas” (Gálatas 5:22-23).

Jesús dijo:

“Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia” (Juan 10:10).

“Yo soy la vid y ustedes son las ramas. El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada” (Juan 15:5).

“Pero cuando venga el Espíritu Santo sobre ustedes, recibirán poder y serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra” (Hechos 1:8).

Las siguientes características resultan de la obra del Espíritu Santo en la vida de una persona:

  • Centrada en Cristo
  • Empoderada por el Espíritu Santo
  • Motivación para hablar a otros sobre Jesús
  • Dedicación a la oración
  • Estudia la Palabra de Dios
    • Confía en Dios
    • Obediencia a Dios
    • Amor
    • Gozo
    • Paz
    • Paciencia
    • Amabilidad
    • Bondad
    • Fidelidad
    • Humildad
    • Dominio propio

El grado en el que estos rasgos aparecen en la vida de un cristiano y su matrimonio depende de hasta qué punto el creyente confíe en el Señor para cada detalle de la vida y de la madurez que esa persona tenga en Cristo. Alguien que está comenzando a entender el ministerio del Espíritu Santo no debería desanimarse si no es tan fructífero como los cristianos maduros que han conocido y experimentado esta verdad por un largo tiempo.

Entregarle el control a Dios

Jesús prometió a sus seguidores una vida abundante y fructífera si permiten que el Espíritu Santo los dirija y les dé poder. Cuando le damos a Dios el control de nuestras vidas, Cristo vive en nosotros y a través de nosotros en el poder del Espíritu Santo (Juan 15).

Si usted desea sinceramente ser guiado y empoderado por Dios, puede entregarle el control de su vida al Espíritu Santo en este momento (Mateo 5:6; Juan 7:37-39).

En primer lugar, confiese sus pecados a Dios, reconociendo que desea alejarse de los patrones pecaminosos en su vida. Agradézcale a Dios en fe porque Él ha perdonado todos sus pecados, debido a que Cristo murió por usted (Colosenses 2:13-15; 1 Juan 1:9; 2:1-3; Hebreos 10:1-18).

Asegúrese de ofrecerle cada área de su vida a Dios (Romanos 12:1-2). Considere cuáles son las áreas que usted preferiría guardarse para usted mismo y asegúrese que también le entregará el control de aquellas áreas a Dios.

Por fe, comprométase a vivir según la dirección y poder del Espíritu Santo.

Viva por el Espíritu: “Así que les digo: Vivan por el Espíritu, y no seguirán los deseos de la naturaleza pecaminosa. Porque ésta desea lo que es contrario al Espíritu, y el Espíritu desea lo que es contrario a ella. Los dos se oponen entre sí, de modo que ustedes no pueden hacer lo que quieren” (Gálatas 5:16-17).

Confíe en la promesa de Dios: “Ésta es la confianza que tenemos al acercarnos a Dios: que si pedimos conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que Dios oye todas nuestras oraciones, podemos estar seguros de que ya tenemos lo que le hemos pedido” (1 Juan 5:14-15).

Expresar su fe a través de la oración

La oración es una manera de expresarle su fe a Dios. Si la oración que está a continuación expresa su deseo sincero, considere hacer esta oración o poner esas ideas en sus propias palabras:

Querido Dios, te necesito. Reconozco que he estado dirigiendo mi propia vida y que, como resultado, he pecado en contra de Ti. Te agradezco por haber perdonado mis pecados a través de la muerte de Cristo en la cruz por mí. Ahora invito a Cristo a tomar Su lugar en el trono de mi vida. Toma control de mi vida a través del Espíritu Santo como prometiste que lo harías si yo te lo pidiese en fe. Ahora te agradezco por dirigir mi vida y por empoderarme a través del Espíritu Santo.

Andar en el Espíritu

Si usted está consciente de un área de su vida (una actitud o acción) que no agrada a Dios, simplemente confiese su pecado y agradézcale a Dios por haber perdonado sus pecados debido a la muerte de Cristo en la cruz. Acepte el amor y el perdón de Dios por fe, y siga teniendo comunión con Él.

  1. Exhale. Confiese su pecado. Concuerde con Dios en que usted ha pecado en contra de Él y agradézcale por Su perdón, según 1 Juan 1:9 y Hebreos 10:1-25. Recuerde que la confesión involucra arrepentimiento, una determinación para cambiar actitudes y acciones.
  2. Inhale. Rinda el control de su vida a Cristo, invitándole al Espíritu Santo para que una vez más se haga cargo. Confíe en que ahora Él le dirige y empodera, según el mandamiento de Gálatas 5:16-17 y la promesa de 1 Juan 5:14-15. Cuando volvemos a nuestra fe en Dios, tenemos la capacidad de continuar experimentando el amor y el perdón de Dios.

Revolucione su matrimonio

Este nuevo compromiso con Dios en su vida enriquecerá su matrimonio. Compartir con su cónyuge sobre lo que se ha comprometido a hacer es un paso poderoso para fortalecer su fe. Mientras demuestra la obra del Espíritu Santo en usted, su cónyuge puede sentirse atraído para hacer el mismo compromiso que usted. Si los dos entregan el control de sus vidas al Espíritu Santo, podrán ayudarse el uno al otro para permanecer fieles a Dios, y así revolucionará su matrimonio. Cuando Dios está a cargo, la vida se convierte en una aventura sorprendente.

 


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